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Jugar por un sueño: tiene 10 años, vive en la Villa 31 y es una promesa del golf Imprimir
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Domingo, 28 de Septiembre de 2014 21:07
Una historia de superación Le pegaba con ramas a limones que los feriantes tiraban a la calle, hasta que un día su abuelo lo llevó a una cancha de verdad.
 
Si esta historia fuera una película, la primera escena tendría a Dylan Reales mirando golf en el televisor de su casa en la Villa 31. Otra escena infaltable podría ser cuando terminaba la feria de frutas y verduras de la villa, los miércoles y los sábados, Dylan iba con su palo de golf artesanal a pegarle a los limones, las papas y los tomates que habían quedado tirados. Y otro capítulo clave tiene que ver con el azar y es cuando su abuelo le pidió que lo acompañara a hacer un flete, se desviaron en los lagos de Palermo para ver los patos y terminaron en el campo municipal de golf, ante un cartel que decía “clases gratis para chicos de menos de 10 años”. “Abuelo, yo quiero eso”, dijo Dylan.
 
Ahora Dylan y su abuelo protagonizan una nueva etapa de la historia en el Ranelagh Golf Club. Dylan está a punto de salir a jugar el campeonato PGA junto a uno de los profesionales, y siente que el sueño se está haciendo realidad. Toma clases seis veces por semana y es una de las grandes promesas que ese deporte –un actividad que todavía puede calificarse como “de elite”– tiene en la Argentina.
 
“Miraba el Golf Channel sin parar y después yo le armé un palo improvisado para que jugara. De ahí se ganó un apodo: “Le decían ‘El loco del palo’”, dice su abuelo Julio. “Andaba pegándole a todo lo que se le cruzaba por adelante: limones, papas, tomates, un ovillo de medias”.
 
Dylan habla como un pequeño hombrecito, con frases prefabricadas que parecen salidas del manual del futuro deportista profesional. Por ejemplo dice: “Voy a dejar todo para cumplir el sueño de ser golfista profesional” o “Dios me abrió muchas puertas y espero poder aprovecharlas” o “estudiar es también una parte importante de mi vida”. No descuidad nada, a la hora de responder: “Tengo que practicar todos los días para ser un poco mejor: seis horas por día”, suelta. Parece entrenado para responder, pero también se expresa como si, en el fondo, esas frases y ese método fueran el único camino posible para cambiar su realidad. Es un chico amable y educado, pero también muy despierto y pícaro en algunas de sus respuestas.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Un detalle que no es menor: la bolsa de palos de golf de Dylan tiene un enorme bordado que dice “Gracias Claudio Borghi”. ¿De dónde puede venir ese vínculo? La relación con el actual técnico de Argentinos surgió en el Club de Golf Municipal. “Una vez a Dylan le robaron la bolsa de palos y cuando Borghi se enteró lo llevó a comprarse palos nuevos”, dice Julio.
 
“La mamá de Dylan le quiso agradecer de alguna manera y le estampó dos carteles enormes en la bolsa como homenaje al Bichi. El cariño y el apoyo de la gente son insuperables. Se acerca mucha gente que nos ofrece ayuda, nos prometen cosas, pero muchas veces es algo incómodo para nosotros”, dice el abuelo de Dylan. “Lo que hizo el señor Borghi es para destacar”, dice.
 
Después de dejar las ramas y los palos artesanales, Dylan empezó a jugar con tres palos de golf para adultos: un hierro, una madera y un drive. Rápidamente mostró virtudes naturales, un talento incorporado, que será cuestión de pulir con trabajo y más trabajo. A los dos meses de estar en la escuelita, ya lo habían convocado para un torneo. En la historia de este deporte, muchos jugadores de origen humilde llegaron a ser grandes campeones: Angel Cabrera, José Cóceres, Eduardo Romero, Andrés Romero. “Yo creo que los chicos de bajos recursos le ponen una garra especial. Y además el golf es un deporte de observación: cada uno va encontrando sus modelos. En general los buenos jugadores fueron Caddies, pero en este caso Dylan no pasó por ese camino: la observación la hizo mirando televisión. Tiene gran futuro”, dice Vicente el Chino Fernández.
 
Jugar por un sueño: tiene 10 años, vive en la Villa 31 y es una promesa del golf