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Nadie sabe de qué está hecho Scioli Imprimir
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Lunes, 25 de Mayo de 2015 11:06
Por Francisco Olivera
 
El tono encendidamente kirchnerista de Daniel Scioli acaba de dejar perplejos a seis ejecutivos de bancos internacionales. Los temas fueron los de siempre: habló de gradualismo, recordó que sus asesores económicos eran Mario Blejer y Miguel Bein, y elogió a Cristina Kirchner. Pero lo relevante es el tono elegido por un candidato hasta hace un año pródigo en frases políticamente correctas: el del kirchnerista convencido, dispuesto a defender sin reparos el proyecto. ¿Sobreactuaba? ¿Por qué tanto esfuerzo en un encuentro reducido y hermético? ¿O la novedad es que piensa así? Los banqueros no se ponen de acuerdo.
 
El establishment centra ahora la atención sobre el gobernador más por instinto que por gusto: es el hombre que encabeza las encuestas. No vendría mal aquí consultar con su entorno, que suele definirlo como alguien tan desconfiado que cuida sus palabras hasta en La Ñata. ¿Y no lo haría entre banqueros? Hay un rasgo inequívoco que intensifica la inquietud empresarial: por alguna razón, el candidato decidió mostrar esa imagen. ¿Ha incorporado un gen kirchnerista?
 
El debate no es sólo entre hombres de finanzas. Esta semana, en la embajada de Holanda, otro grupo de ejecutivos discutía lo mismo: si Scioli llega a la Casa Rosada, ¿se emancipará de la lógica gobernante y empezará a resolver problemas concretos? La ansiedad se explica porque sus definiciones suelen ser las de un tarotista prudente. El martes, en el almuerzo con que el Club del Petróleo lo recibió en el hotel Marriot, tampoco despejó incógnitas. Cuando LA NACION le preguntó, por ejemplo, si dejaría a Miguel Galuccio en YPF, Scioli ensayó una voltereta que podría interpretarse como un sí, aunque quién sabe, por qué no, no nos adelantemos, y se despidió con un juego de palabras de combi escolar: "Soy respetuoso de todos los funcionarios de la Presidenta. No tomes lo que dije como una especulación. Está claro que YPF aumentó la inversión, produce más y Galuccio trajo inversiones de todo el mundo. Además, ahora empieza la exploración offshore. De eso yo sé mucho. Off... ¡Shore?!"
 
Conclusión, nada. El jueves, los asistentes a un desayuno en la embajada de Canadá tuvieron la misma sensación. Invitaba la Cámara de Comercio Argentino-Canadiense, el tema era "La visión de Daniel Scioli sobre la matriz energética", y el orador, Franco Laporta, secretario de Servicios Públicos bonaerense. Cuando le preguntaron sobre el precio del crudo, regulado aquí mediante un complejo sistema que lo encarece 40% por sobre el valor internacional, Laporta sonrió, dijo que recién podría contestar eso el 11 de diciembre y redondeó a lo Scioli: "Paciencia para los cambios; tenemos tiempo, años".
 
Pero los plazos políticos no siempre son los económicos, ni las prioridades las mismas. Algunos sonrieron al oír a Laporta contar que, por motivos de eficiencia energética, el gobierno bonaerense había llamado a una firma de aires acondicionados para pedirle que no hiciera publicidad con una ventaja del propio electrodoméstico: se puede encender desde fuera de la casa.
 
El panorama no es menos ambiguo hacia dentro del kirchnerismo, donde Scioli es puesto a prueba casi a diario y desde donde vuelven a percibirse fisuras. La contienda más inmediata no es ya el cargo en que podría acompañarlo Axel Kicillof, sino una menos evidente que emerge en el campo de batalla peronista: la provincia de Buenos Aires. Allí, Aníbal Fernández, candidato hasta ahora preferido por La Cámpora para la captación de intendentes massistas, busca reafirmar su autonomía: "A mí nadie me elige a mis amigos", acaba de advertir internamente. Pero no todos los bonaerenses están convencidos. Empezando por el gobernador, que ve en la apuesta un doble filo. No sólo por el riesgo de encaramar al único precandidato bonaerense que, según las encuestas, le restaría votos, sino por razones de índole simbólico: la provincia donde el combate contra el delito es la principal demanda acabaría ofreciendo como gestor al juglar de la "sensación de inseguridad".
 
Este tironeo creciente se plasmó hace una semana cuando, hostigado por lo que definió como "operaciones" en su contra, Diego Bossio resignó la candidatura. El jefe de la Anses, que tomó la decisión luego de reunirse con tres miembros de La Cámpora y se lo comunicó personalmente a Máximo Kirchner a principios de la semana pasada, se refería a las tensiones que sufre su antigua relación con José Ottavis, vicepresidente de la Cámara de Diputados bonaerense, que parece haber mudado su adhesión a Aníbal Fernández. No sería el primer reacomodamiento de Ottavis, que en su momento sorprendió a La Cámpora por su capacidad para "pejotizarse". Tanto que en la agrupación, siempre nostalgiosa y propensa a exagerar, llegaron a bautizarlo "Paladino". Una referencia a Jorge Daniel Paladino, delegado personal de Perón ante el presidente Alejandro Lanusse. Enrique Pavón Pereyra, primer biógrafo en vida de Perón, recogió la definición que el líder del movimiento hacía de Paladino en tercera persona: "En vez de ser el delegado de Perón ante Lanusse, parecía el delegado de Lanusse ante Perón". El final de la historia es conocido: Perón reemplazó en ese rol a Paladino por Cámpora.
 
Ahora el que sospecha es Bossio, pero de la relación entre Ottavis y el jefe de Gabinete. Ve allí, por ejemplo, el origen del pedido de informe de Margarita Stolbizer sobre el supuesto uso de fondos de la Anses para publicidad. Presunciones complicadas. Las mismas que pueden haber acuñado un chiste interno: durante la campaña, la diferencia entre Bossio y Francisco De Narváez no era de género, sino de número, porque el ex dueño de TIA recorría la provincia con "la plata del abuelo", y el de la Anses, con "la de los abuelos".
 
Es cierto que Fernández tiene además respaldos y armas propias. Es, por ejemplo, como jefe de Gabinete quien debe firmar cualquier decisión administrativa en todas las áreas del Gobierno. Esa capacidad de persuasión que el kirchnerismo le reconoce para captar intendentes tampoco resulta nueva a los empresarios: lo demostró, por ejemplo, convocando anunciantes para el hockey.
 
Resignados ante encuestas, a las que les dan carácter de dogma de fe, algunos hombres de negocios interpretarían semejante escenario como el mal menor tras 12 años de kirchnerismo. En ese caso, la próxima obsesión consistiría en entender de qué está hecho Scioli, a quien hasta el año pasado valoraban positivamente: era el dialoguista que, a diferencia de Kicillof, podría anticiparles siempre la medida que está por tomar. Nada que no haya pasado otras veces. Algunos de ellos vienen de escucharle en privado un diagnóstico sugestivo al obispo Jorge Casaretto: "Yo siempre he querido una democracia liberal, pero, evidentemente, el argentino prefiere una democracia corporativa". El dedo en la llaga.
 
 
 
 
Nadie sabe de qué está hecho Scioli