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La democracia es así Imprimir
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Lunes, 25 de Mayo de 2015 12:02
Los candidatos presidenciales más importantes, Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, participaron del show televisivo de Marcelo Tinelli por entender que los ayudaría a conseguir más votos. Es más que probable que hayan acertado. Mal que les pese a quienes se afirman escandalizados por "la farandulización" de la política, una parte sustancial del electorado está menos interesada en las propuestas concretas o las preferencias ideológicas de los dirigentes políticos que en su imagen, con todo cuanto ella implica. 
 
Que éste sea el caso puede considerarse lamentable, pero sucede que no sólo en la Argentina sino también en todos los demás países democráticos los candidatos a cargos electivos se ven obligados a intentar relacionarse con millones de personas apenas alfabetizadas. Puesto que a menudo investigadores especializados difunden informes acerca de las deficiencias educativas de la mayoría de los habitantes del país, incluyendo a muchísimos estudiantes universitarios, sin que nadie los crea exageradamente pesimistas, no debería ser motivo de sorpresa que en campaña los políticos se adapten a tal realidad. 
 
Por razones evidentes, no pueden concentrarse en merecer la adhesión de elites minoritarias presuntamente ilustradas que, sería de esperar, se dejarían influir por argumentos bien estructurados y alusiones a datos concretos verificables, pero que en verdad suelen guiarse más por su propio "olfato" y por los prejuicios del sector al que pertenecen que por los hipotéticos méritos comparativos de los "proyectos" presentados por los aspirantes a gobernar el país.
 
La indignación ocasionada por la voluntad de los tres candidatos que desde hace más de un año encabezan todas las encuestas de intentar seducir al electorado popular participando del programa de Tinelli se asemeja a la reacción inicial de muchos frente a la introducción, hace aproximadamente un siglo, del sufragio universal en las democracias occidentales. En aquel entonces, el espectáculo brindado por políticos en busca de votos que besaban niños, hablaban de su propia solidaridad para con los desafortunados y repetían consignas fatuas –un ejemplo reciente sería la de "Sí podemos" que reiteró el presidente actual norteamericano Barack Obama camino de la Casa Blanca– molestaba sumamente a los acostumbrados a un estilo político menos populachero. 
 
Pero, lo mismo que las distintas formas de clientelismo que, de un modo u otro, se practican en todas partes, para obtener los votos necesarios para alcanzar el poder los candidatos políticos tuvieron que aprender que no tendrían más alternativa que la de procurar congraciarse con la mayoría, dando a entender que compartían ciertas actitudes.
 
Luego de manifestar intelectuales conservadores e izquierdistas su desaprobación del show de Tinelli en que los tres presidenciables mejor ubicados hicieron gala de su simpatía personal, dignatarios de la Iglesia Católica han sumado sus voces al coro crítico, calificando de "penoso" eso que todos llaman la farandulización de la política, pero es poco probable que la condena episcopal sirva para que los asesores estratégicos de Scioli, Macri y Massa decidan que en adelante les convendría a los candidatos dejar de preocuparse por su imagen que, bien que mal, es la parte más valiosa de su capital político respectivo. Lo harían si creyeran que les sería beneficioso tratar de impresionar al electorado asumiendo una postura más solemne, pero puesto que no existen motivos para suponer que los votantes reaccionarían de manera positiva a un cambio en tal sentido, extrañaría que se arriesgaran intentándolo. 
 
Extrañaría todavía más que uno de los tres optara por decirnos lo que tiene en mente para después de la campaña electoral, cuando el ganador se verá a cargo de un "modelo" económico agotado. Por razones evidentes, los candidatos presidenciales prefieren esforzarse por convencer al electorado de que son personas bondadosas que nunca pensarían en privar a los ya muy pobres de nada. Dadas las circunstancias, es lógico que lo intenten; a esta altura, no pueden sino entender que el sucesor de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tendrá que ordenar una serie de medidas dolorosas y que por lo tanto les es necesario hacer pensar que, si les tocara gobernar, harían "el trabajo sucio" así supuesto a pesar suyo.
 
 
La democracia es así