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" Veía que nos íbamos a quedar afuera de nuevo contra River, se me salió la cadena y se me ocurrió tirar el gas". Imprimir
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Sábado, 30 de Enero de 2016 10:05
Por Gustavo Grabia
 
El Panadero Napolitano rompió el silencio con Olé, que cuenta en detalle cómo vive hoy el hombre del gas pimienta, a ocho meses del bochorno. Imperdible.
 
Si uno no supiera la historia, pensaría que Adrián Napolitano jamás fue el protagonista del hecho más conmocionante de un superclásico en los últimos años. Musculosa, bermuda, con el mismo look con el que quedó inmortalizado arrojando el gas pimienta, para su camioneta en la puerta de la panadería La Ideal, una de las dos que tiene en Valentín Alsina, y recibe el saludo afectuoso de un par de vecinos. Uno piensa que deben ser de River y que lo saludan no por gentiles sino agradecidos por aquella manito para ganar la Copa. Pero al rato descubre que no: los clientes entran como si nada, compran, preguntan si quedaron cañoncitos y se van como si enfrente no estuviera la persona que provocó la suspensión del Súper copero de octavos y la correspondiente eliminación de Boca de la ansiada Libertadores.
 
"Ya pasó lo peor", dice el Panadero hoy, aceptando el diálogo breve pero tratando de mantener un perfil bajo "por mí, pero más que nada por mi familia, que la pasó mal durante los primeros meses. Más allá de la contención de las maestras, mi hija (de siete años) a veces volvía llorando del colegio por lo que le decían los compañeros. Pero ya está, ya nadie me insulta, ya puedo caminar tranquilo por la calle, el hincha entendió que lo último que quise hacer fue perjudicar a Boca. Veía que nos íbamos a quedar afuera de nuevo contra River, se me salió la cadena y se me ocurrió tirar el gas. Jamás imaginé lo que iba a pasar, sólo quería atemorizarlos, meterles presión. Estoy arrepentido pero no puedo hacer nada para volver atrás: sé que le hice un daño grande a Boca , y más allá de lo que diga la Justicia, yo ya estoy pagando mi culpa, porque me arruiné la vida".
 
El Panadero habla en tono bajo, lejos de lo expresivo que era hasta el incidente según cuentan sus compañeros de tribuna. Su rutina no parece haber cambiado: se levanta a las cuatro de la mañana, amasa y hornea la producción junto a dos colaboradores, uno de River y otro de Boca, y a las siete hace el reparto. Después a media mañana se encarga de ir a los proveedores para reponer el material con el que volverán a hacer 150 kilos de pan al otro día. Antes del mediodía pasa por los locales, uno atendido por su madre y el otro por su esposa, va a retirar a su hija y la lleva a la plaza o a pasear. Aquel que crea que vive camuflado o escondido, como suponía este cronista, está totalmente equivocado. Y en algún punto, eso sorprende.
 
"Puedo ir a un cine, a un bar, y no pasa nada. Ustedes me trataron como a un delincuente pero creo que hoy muchos hinchas se ponen en mi lugar y ven a un tipo que por una pasión desmedida hacia Boca tiró todo por la borda en un minuto. Quizá por eso con el tiempo la calentura que tenían se fue apagando. Es cierto que en las primeras dos semanas tuve que irme a vivir afuera y que los dos primeros meses fueron duros. Pero después ya me tomaron para la joda, cualquier cosa que pasara ponían memes míos, y quizá eso también ayudó a desdramatizar lo que hice. Si pudiera volver el tiempo atrás... pero no puedo, sólo me queda pasarme la vida pidiendo perdón y que el hincha me lo acepte".
 
En su familia especulan con que no hay mal que por bien no venga: ahora el Panadero les dedica un tiempo que antes parecía exclusivo para Boca. Pero él no piensa lo mismo. "No, no, yo me arruiné la vida. En la semana la voy pasando, porque como estoy todo el día con el laburo no pensás mucho, pero llega el domingo y me quiero morir. Más que nada cuando jugamos de local, porque todos mis amigos van a la cancha y yo tengo que verlo por tele. Al principio ni podía: ponía la tele de fondo, jugaba con mi hija y relojeaba un poco. Los de visitante son distintos porque me sigo juntando con la banda de siempre y los vemos juntos. Ellos ya me perdonaron. Al principio me dijeron: 'Si no fueras nuestro amigo ya te hubiésemos cagado a palos'. Pero después me perdonaron. ¿Sabés qué es lo que más extraño? Los viajes. Yo no falté ni a un partido afuera, hasta estuve en Calama el día que éramos 15 y le ganamos al Cobreloa con un gol faltando poco de Bermúdez (fase de grupo, Copa del 2001, Boca lideraba tranqui). Eso es lo que más me duele, la falta de cancha. ¿Sabés cómo vi la final contra Tigre que nos dio el torneo el año pasado? En General Belgrano, a 160 kilómetros de acá, porque no podía soportarlo, era la primera vuelta olímpica que no vería dentro de la cancha, del 92 para adelante no había faltado a ninguna. Y además era fija que si me quedaba me iba al Obelisco directo y no sabía qué podía pasar, quizá lo tomaban como una provocación. Y eso que mis amigos me dijeron: 'Vení con nosotros, somos 50, no te toca nadie'. Pero para qué. Ya está, tengo que aceptar que esa parte de mi vida por ahora está arruinada".
 
-¿Por ahora? Da la sensación de que vos no podés pisar nunca más la cancha de Boca.
 
-No, no, no. Eso no me entra en la cabeza. Tengo 37 años, 25 de socio, me faltaban 10 para ser vitalicio, mi historia con Boca no puede terminar así. Yo quiero hablar con Angelici, explicarle que no fue nada político, que revea mi expulsión. Yo vivía para Boca y ahora lo veo por tele, no puede ser, no se me pasa por la cabeza que no pueda volver nunca más a pisar la Bombonera. Cada vez que veo un partido, siempre pienso que voy a volver. Sé que tengo una mancha jodida, difícil de sacar, pero también sé que me van a perdonar y algún día voy a volver a la cancha.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
-Vos decís que no fue político ni premeditado pero hay una escucha de un capo de la facción La Boca que organizó lo del dron y dice "de lo otro se ocupan los de la Norte", y vos ibas a la Norte. Además, ¿quién lleva gas pimienta a la cancha?
 
-Podés creerme o no, pero yo no soy el de esa escucha. Ya se lo expliqué a la jueza. Y el gas pimienta lo tenía siempre encima porque como salgo a laburar temprano y ya me habían choreado, lo usaba por defensa personal. Es más, una vez ya lo había usado en la Bombonera, contra un punga en un partido con Vélez. Pero sé que cualquier cosa que diga hoy no vale.
 
-Si hubiese sido otra persona la del gas pimienta. ¿Vos lo perdonarías?
 
-No sé, qué sé yo, es difícil la pregunta. Quizá esperaría a que Boca gane una Libertadores y después, si es tan fanático como lo soy yo, sí. Pero igual, de qué me sirve eso: al que le pasó fue a mí y no me queda más remedio que aceptarlo y esperar a que algún día me perdonen por lo que hice.
 
Causa parada
 
Apenas se produjo el episodio del gas pimienta y dada la conmoción social, la Justicia actuó rápido. Y tras dos semanas en que la causa fue de acá para allá, terminó en el juzgado de Wilma López, quién tomó las declaraciones indagatorias, reunió todas las pruebas y procesó a Adrián Napolitano y otros tres hinchas (Federico Blanco, Gustavo Florentín y Diego Blas Biglia) por lesiones leves agravadas por haberse cometido en un espectáculo deportivo más la accesoria de haber suspendido un partido, que tiene como sanción máxima tres años de prisión. Las defensas apelaron y la Cámara confirmó lo actuado por la jueza en octubre pasado. Pero a tres meses de ello, aún no fue elevada a juicio oral.