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Río 2016: la Generación Dorada, una constelación de egoístas Imprimir
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Sábado, 13 de Agosto de 2016 12:08
Diego Morini
 
Estos Juegos Olímpicos vuelven a poner a este equipo eterno en el centro de la escena
 
Desde hace 14 años, el seleccionado argentino de básquetbol se ha convertido en el grupo más egoísta del deporte argentino. No sabe compartir y eso queda muy claro. Está compuesto por jugadores que no permiten que ningún otro equipo reúna tantos elogios como ellos. Enseñan, dejan su legado, compiten, pierden, ganan y vuelven a empezar. Siempre igual, impecables. Si dicen que no hay que insultar, nadie los cuestiona y se los obedece. Si dicen que no son candidatos, nadie los trata de tibios, sino de realistas. Ellos, siempre ellos. La Generación Dorada hace escuela y su fórmula la quieren copiar los demás, pero nadie puede replicarla con exactitud, como si se tratase del secreto de la Coca-Cola.
 
Estos chicos, algunos no tanto, andan por la Villa Olímpica en Río de Janeiro y se divierten con cosas que a otros le quedarían extrañas. Se sacan fotos con todos los deportistas y nadie puede señalarlos por su antipatía. Ginóbili y Nocioni se burlan de Campazzo y es imposible creer que esas cuestiones después los sacarán de eje. Los otros atletas los ponen como ejemplo y se llenan de orgullo cuando a otro compatriota, Paula Pareto, alcanza la gloria. Claro, ellos siempre dando el ejemplo. Las estrellas de la NBA y de Europa sacándose fotos con la primera medallista olímpica. Clap, clap.
 
No les gusta compartir nada, ni la felicitación más insignaficante. Se encaprichan de tal forma que no queda otra que conmoverse por lo que hacen. Fueron los más grandes, Scola, Nocioni y Ginóbili, los que dijeron que no les gustaba que los hinchas insultaran a los brasileños, como sucedió en el debut; al otro partido, el público alentó a la Argentina sin agravios a rivales. Explicaron que no eran candidatos y era necesario tener cautela respecto a las ilusiones del equipo en los Juegos Olímpicos y si alguien creía que podía castigarlos por abrir el paraguas antes de tiempo, como buenos egoístas, se prepararon como nunca, dieron muestras de que el hambre está intacto y de que compiten como siempre. Los señores no se van a permitir ser mirados de reojo por falta de compromiso o por no enaltecer el espíritu deportivo.
 
Si los demás deportes tienen descalabros dirigenciales, si se encuentran con las entidades madres descabezadas, ellos, los muchachos de la Generación Dorada, siempre tienen que dar la nota haciendo todo lo contrario. Porque cuando la Confedeación Argentina de Básquetbol era un verdadero desconcierto, estos muchachos se involucraron y empujaron para ordenar todo. Porque más allá de que alguno pueda estar o no de acuerdo con la intervención, era necesaria hacerla y dieron el paso al frente. Los Scola, los Ginóbili y los Nocioni no dijeron que iban a hacer tal o cual cosa, la hicieron: impulsaron la llegada de Federico Susbielles. Y como si no fuese suficiente, mientras se pelean jugadores y dirigentes por la liberación del cupo de extranjeros en la Liga Nacional y el TNA, ellos también levantaron la mano. No podían darle la espalda a estas cuestiones como hacen los demás deportistas. Era lo más fácil, pero cabeza duras como son, posaron todos juntos, grandes y chicos, con una bandera que decía: "#PorunaLigaNACIONAL".
 
No dejan nada librado al azar. Tienen todo prolijito. Como si eso fuese tan fácil. En otros deportes renuncian los protagonistas porque se enojan con los dirigentes o porque no se sienten identificados con una idea o porque no tienen la energía necesaria para asumir la empresa. En cambio, estos muchachos que desde Indianapolis 2002 no hacen más que, desde el ejemplo, explicar cómo se debe competir y cómo se debe ser un súper profesional, tienen detrás un grupo de chicos que se derriten por compartir equipo con ellos. Porque puede haber diferentes ideas y hasta costumbres que los ponga en diferentes espacios a los integrantes del seleccionado de básquetbol, pero el conjunto está por encima del individuo. Y cuando lo más normal del mundo es que la experiencia se premie con algunas licencias o prerrogativas, los más grandes ni siquiera tienen la delicadeza de dejar en paz esos vicios deportivos. Se encargan de ser los mejores evangelizando. Una rica dieta en hidratos y grasas cuando sos joven es todo una tentación y por qué no mantenerla en el tiempo. Sin embargo, en este seleccionado el grupo de los "longevos" se encarga de decirles a los más chicos cómo es mejor alimentarse para mantenerse, por ejemplo, 15 años en la NBA. Y a nadie se le ocurre decir lo contrario. Es cierto que en algún caso les cuesta más llevar adelante tanto sacrificio, pero el tiempo acomoda las cosas y todos terminan rendidos ante las evidencias.
 
Y son tan egoístas que son los mejores egoístas. Porque no es fácil serlo durante más de 14 años.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Río 2016: la Generación Dorada, una constelación de egoístas