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El peligro de hacer justicia por mano propia en las redes sociales Imprimir
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Martes, 02 de Mayo de 2017 01:01
Por Rodrigo Figueroa Reyes 
 
Lo que hasta ahora era una forma de entretenimiento se transformó en una fuente de veracidad. Las redes son el campo de batalla de la política en la era moderna
 
Qué difícil es mantener la calma en la Argentina de posguerra, ¿no? Me pregunto qué hubiera sido de la vida de Nelson Mandela si hubiese nacido en nuestro país en lugar de Sudáfrica. Luego de pasar 27 años preso en la cárcel de Villa Devoto encerrado en un calabozo de 2 x 2, en vez de apoyar el Mundial de Rugby para reconciliarse con los blancos y asegurar la paz social se hubiera trenzado en una discusión interminable vía Twitter con Agustín Pichot acerca de la opresión que ejerció el deporte de la oligarquía argentina sobre las masas trabajadoras que veían en la pelota ovalada a un enemigo para sus sueños de libertad. Por suerte Mandela nació allá y no acá. Por suerte para nosotros, que pudimos aprender lo que significa la tolerancia, el respeto por el otro, la posibilidad de mirar el problema desde un ángulo distinto. El Google Chrome y el iPhone son la versión actual de la Biblia y el Calefón. Lo que nos volvió tan conectados como intolerantes.
 
Sin embargo, culpar a las redes sociales por la violencia que estaba latente forma parte de la doble moral con que se maneja nuestra sociedad. Como aquellos que escriben desde el anonimato "y bueno, se lo tenía merecido por llevar una pollerita más arriba de lo reglamentario" sobre cualquiera de las chicas brutalmente asesinadas que aparecen a diario. Los golpes bajos, los insultos y las chicanas se dan por ese extraño convencimiento de que las redes son el lugar donde se ponen en juego la política, la democracia y las revanchas personales. Un error, dado que lo virtual resulta exitoso sólo cuando trasciende. Si no, veamos la Primavera Árabe, donde el suicidio de un puestero de un mercado de frutas de Túnez fue la mecha que encendió la revuelta que se regó como pólvora a la velocidad de los smartphones que tuvieron un papel relevante tanto ahí como en Egipto, Libia, Siria, Argelia y Jordania. La pregunta del millón es si esos conflictos lograron cambios significativos luego de la salida de los dictadores o si hoy están gobernados por Chiquis Tapias con turbante.
 
 En marketing y publicidad se llama conversación, en mi barrio te trompeabas por un 1% de lo que hoy sale publicado
 
Lo que sí trajeron consigo fueron a nuevos gurúes que ponen cara de emoticón con la manito en la pera mientras ensayan artículos titulados "La era de la post verdad", que aseguran que las redes sociales son el espacio donde la población se entera de lo que sucede sin chequeo previo. El lugar que ocupa un medio de comunicación masivo, donde la responsabilidad del periodista y del propio medio es fundamental por estar ligada a la credibilidad, pareciera estar invadido por una nueva camada de fundamentalistas de los 140 caracteres que generan memes, críticas ácidas, rumores de pasillo, fotos de dudosa procedencia y distintos materiales de cotillón que provocan discusiones enardecidas entre unos y otros. En marketing y publicidad se llama conversación, en mi barrio te trompeabas por un 1% de lo que hoy sale publicado. El surgimiento de fakes, que influyen tanto o más que los referentes históricos, generan amores y odios. Si no, miren el caso de la Dra. Alcira Pignata, un genial personaje ficticio de Twitter al que le hackearon la cuenta seguida religiosamente por más de medio millón de followers y en su lugar colocaron la foto de Néstor y Cristina acompañada por una frase que incita al bombardeo: "Esta cuenta fascista ahora pertenece al pueblo".
 
Lo que alimentamos en estos años es una suerte de inteligencia artificial donde la mayoría cree en lo que recibe y lo comparte cual quinceañera excitada, en lugar de validar si la información es cierta. La locura colectiva deriva en situaciones como la de los últimos días, cuando pudimos ver a la ex presidenta, en la provincia que chocó de frente contra un Iveco, protagonizando un video casero que mostraba los muebles que tuvo que colocar con Alicia, dos mujeres más y una beba de 18 meses (?) para frenar a un grupo enviado por el gobierno con el objetivo de manchar el honor del apellido Kirchner por el desastre de la gestión anterior. De hecho la gestión anterior son ellos, pero parece que esto tampoco lo chequearon. Como si transformarse en YouTuber a los 60 años no le alcanzara, se despachó con un tweet que mostraba un collage de fotos de Fantino, Del Moro, Alfredo Leuco y Mariana Fabbiani, unidos por un mismo graph en pantalla: "Santa Cruz: la Venezuela Argentina". ¿Nadie le avisó que entre el litio y el Tweet se podría haber tomado un té y esperar 5' para chequear si esto era cierto? Claro que no estamos justificando los desmanes. Nadie en su sano juicio puede estar a favor de la violencia, venga de dónde venga. Igualmente: ¿las provocaciones de la ex mandataria no incitan a la violencia? Si no es así, estaría bueno que ampliemos el concepto de violencia.
 
 Nadie opera sobre lo inexistente, a lo sumo lo reenvía
Los políticos deberían abandonar la paranoia y saber que nadie opera sobre lo inexistente. Por Whatsapp nos enteramos de la torpeza cometida por la intendenta de La Matanza al ponerle su nombre a los vehículos de la policía del municipio. La misma torpeza que cometió otro intendente que usa poncho al colocar el suyo en las ambulancias de José C. Paz. Ni hablar del intendente de Vicente López, quien además del nombre le agregó la foto con su cara. Consultado por esta práctica peronista 1.0, alcanzó a decir  que "a veces los equipos que trabajan con uno creen que ese es el camino, pero por suerte me di cuenta y pude corregir el error". ¿Vieron? Nadie opera sobre lo inexistente, a lo sumo lo reenvía.
 
Está claro que el gran déficit de nuestras democracias es la rendición de cuentas. De ahí que los ciudadanos disparen con todo desde las redes, gracias a la tentadora posibilidad de juzgar por mano propia al poder de turno. Sobre todo en la Argentina, que se ubica entre los países más ideologizados del planeta. El desafío de los medios en la era digital es ayudar con información verídica a que esta ideologización no ciegue.
 
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