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Final de campaña en Buenos Aires: el oficialismo modera el optimismo y fuerza su maquinaria Imprimir
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Sábado, 14 de Octubre de 2017 13:13
Por Eduardo Aulicino 
 
Evita dar una imagen triunfalista y le baja el precio a las encuestas. Busca mantener la tensión de la pelea con Cristina hasta el último minuto. Y moverá toda su estructura, con Vidal a la cabeza, en los distritos clave del GBA y del interior
 
La pregunta es política aunque no parezca: ¿el optimismo suma o puede restar? Por supuesto, no se trata del optimismo –o su cara extrema, el triunfalismo- entendido como estado de ánimo, sino como insumo de campaña. El oficialismo navega entre dos aguas, porque en versión nacional considera que la actitud ganadora aportaría a la soñada ola de votos en todo el país, pero en versión bonaerense evalúa que es mejor mostrar moderación, evitar el mínimo grado de distensión y forzar la maquinaria hasta la hora de la veda.
 
Las actividades en agenda de María Eugenia Vidal resumen esa visión. La gobernadora –casi siempre junto a los candidatos- tiene compromisos en TV desde esta noche hasta el jueves, en algún caso con invitaciones de dos programas en el mismo día. También habrá mucha radio, especialmente en las mañanas. Y además, timbreos y actos: estará en el cierre oficialista de Capital y, por supuesto, en el de la provincia, el jueves en Lanús.
 
Es al mismo tiempo un dato en sí mismo como circulan en el oficialismo los números de las encuestas, es decir, lo que cada fuente dice acerca de los sondeos. Parece una reformulación menor del famoso "teorema de Baglini": los puntos de ventaja sobre Cristina Fernández de Kirchner son inversamente proporcionales a la cercanía con el equipo de Vidal.
 
Los funcionarios más próximos a la gobernadora difunden la diferencia menor: siguen hablando, incluso en conversaciones informales, de alrededor de dos puntos y en los últimos días, se estiran a tres. Un poco menos cerca, en la Casa Rosada, se paran en un escalón por encima: "Te firmo cuatro puntos", dice una fuente. Y ya a mayor distancia, en medios legislativos, arriesgan que la boleta que encabeza Esteban Bullrich podría llegar a superar por cinco o seis puntos a la ex presidente.
 
 
El tema, por supuesto, está atado a las necesidades de la campaña, en su tramo final. El Gobierno trabaja provincia por provincia, una manera de mantener nacionalizada la estrategia pero sin calcarla automáticamente en cada lugar, con Mauricio Macri muy activo, también con abundancia de visitas de ministros y explotando la marca Cambiemos junto a los referentes locales. El ejemplo de la reciente victoria en Corrientes constituye una imagen práctica y a la vez, aporta aires triunfales.
 
En La Plata, cerca de Vidal, se cuidan de dar la imagen de un partido ya ganado y aseguran que agotarán todos sus recursos en el territorio y sin descuidar el circuito mediático. El Presidente ha venido teniendo mayor exposición, la gobernadora es el motor electoral y los candidatos acompañan. Confían en sus encuestas, que les dan ventaja, aunque –aclaran siempre- menor a la mayoría de los pronósticos que publican los medios. Una manera de decir que están en zona de disputa dura.
 
El oficialismo polariza y en un sentido nacionaliza la batalla en Buenos Aires frente a su mayor competencia, la ex presidente. No es un rival menor. Y además, la pulseada por los votos que pueden inclinar definitivamente la elección es un reto singular: se trata de atraer a una franja electoral que rechaza a Fernández de Kirchner pero oscila o duda entre Cambiemos y el apoyo a otras expresiones de la oposición, en particular Sergio Massa y también aunque en menor escala Florencio Randazzo.
 
Ese doble desafío alimenta la idea de mantener la tensión con la ex presidente sin dar por segura su caída y presentándose como única alternativa para derrotarla. Dicho de otra manera: el oficialismo necesita afirmar el electorado propio o bastante consolidado y sumar al menos un puñado de votantes que dudan sobre el camino a tomar para dejar atrás el ciclo kirchnerista. ¿De cuántos votos se habla? Tal vez de cinco o seis puntos porcentuales.
 
Al margen de los números que maneja el oficialismo, el consenso entre consultores de largo recorrido dice que efectivamente Cristina Kirchner corre en desventaja y que hoy se ubicaría entre tres y cuatro puntos por debajo del oficialismo. No es poco, pero equivale a advertir que nadie debería apurarse a celebrar.
 
Hay otro dato, que surge del sentido común y del registro de los consultores: la campaña ha sido muy larga y fatigante para los candidatos, pero el clima electoral empezó a percibirse recién en los últimos días. La próxima semana, naturalmente, terminará de perfilar el grado de atracción que genera la competencia y la idea de un final disputado podría agregar condimento. No es un elemento importante sólo en relación con los indecisos, sino además por su efecto sobre los desinteresados en votar.
 
Precisamente, el nivel de participación es otro de los factores considerados gravitantes por los equipos de campaña. Es posible que cierta apatía se deba a que las PASO tuvieron poco de internas y mucho de elección general, por lo cual éste sería casi un segundo capítulo de lo mismo. Pero el oficialismo carga otra mochila: el discurso de muchos de sus referentes desvalorizando las primarias habría alentado de hecho la baja participación en agosto. Ese es el piso que ahora apunta a elevar, convencido de que el mayor flujo de votantes aportaría sobre todo a las boletas de Cambiemos.
 
Además de restarle valor a las encuestas que le dan mayor diferencia, el oficialismo bonaerense profundizará su campaña con eje discursivo en que la opción sería seguir avanzando en el cambio o volver al pasado. La gestión provincial juega a su vez como contracara práctica de ese pasado y es parte central del esquema para trabajar especialmente en los puntos tradicionales y más fuertes del peronismo alineado con Fernández de Kirchner.
 
La campaña no se limita a los actos más visibles. Se ha dicho: el entrecruzamiento minucioso de datos del escrutinio y de encuestas propias dibujó un mapa de los barrios donde el oficialismo tuvo menores resultados en las primarias. Allí apunta especialmente el trabajo de los candidatos.
 
En el esquema de Cambiemos se destacan al menos tres objetivos con expresión geográfica, en base a los números de agosto: achicar la diferencia en los distritos del Gran Buenos Aires donde perdieron, con especial atención a La Matanza; revertir la situación en municipios propios donde los resultados fueron adversos, como Lanús y Quilmes, y consolidar y mejorar las cifras en grandes ciudades de la provincia donde ganaron, como Mar del Plata, que poco antes de las PASO aparecía con pronóstico de derrota.
 
En la noche del domingo de urnas, recién entonces, se verá el efecto de ese esfuerzo y hasta dónde rindió la cautela de estas horas. Para algunos, bajarle el precio a las encuestas más optimistas se ha transformado también en una suerte de cábala.
 
 
  Final de campaña en Buenos Aires: el oficialismo modera el optimismo y fuerza su maquinaria