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Carta de un Policía Imprimir
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Viernes, 19 de Noviembre de 2010 11:02

En muchas ocasiones he puesto mi vida en riesgo con el tránsito, que casi nunca reduce la velocidad, y mucho menos se para a ofrecerte ayuda. He recogido cuerpos destrozados en las rutas, pero también te he ayudado cambiar la rueda pinchada de tu coche. He estado en más peleas de las que puedo contar y en más catástrofes de las que hubiera deseado...

Las llamas de un incendio han quemado mi piel y la sangre de una víctima, incluso de un compañero, han manchado mi uniforme demasiadas veces. He visto casi cada tipo de muerte que pueda existir y más de las que puedas imaginar. He caminado ese largo paseo hasta la puerta para decirle a una madre, padre, esposa, hijo o familiar que su ser amado nunca volverá a casa. He aguantado la agonía verbal e incluso las amenazas de esa pobre gente que no puede aguantar su dolor y lo proyecta contra la primera persona que puede, el mensajero de la noticia, yo.

He visto el maltrato y la violencia entre personas que un día se prometieron amor, entre padres e hijos, entre hermanos y entre amigos. He visto los resultados de la droga y de la violencia en los mismos ojos de la muerte. He visto los actos más crueles y mezquinos del ser humano. He escuchado a ciudadanos y comerciantes que con derecho se quejan sobre su indefensión ante los delincuentes. He escuchado los problemas familiares y del vecindario sufridos durante años, ahora se espera que yo lo solucione en minutos.

Si fallo en mi trabajo, o aún sin fallar, puedo ser fácilmente denunciado, poniendo en riesgo mi trabajo, mi familia, perder mi libertad y hasta mi propia vida. por una mala situación que puede requerir una decisión en pocos segundos que a un Juez le llevará años tomar. He acudido a llamadas de "disparos, robos, violaciones, homicidios" y cualquier posible crimen que puedas nombrar o imaginar. He visto los ojos de un padre cuando la droga se ha llevado a su hijo.

Un compañero una vez me dijo: "Los policías viven los veinte peores minutos de las vidas de otros". Sí. Puede que le haya pedido la documentación alguna vez mientras le indicaba que sacara las manos de los bolsillos. O haberlo sacado de su coche en plena noche mientras le indicaba que mantuviera las manos a la vista. Incluso haberle pedido que extendiera los brazos y hasta cacheado, todo sin motivo aparente para usted.

Pero usted no ha sido apuñalado en un descuido por no cachear a un ciudadano aparentemente normal, ni ha visto cómo un compañero caía al suelo herido de un tiro por no tomar medidas de seguridad. Tampoco ha ido a visitar a un compañero que ha quedado inválido al ser atropellado por un conductor que se dio a la fuga porque estaba ebrio. He sido insultado y menospreciado por ciudadanos simplemente por no aparecer en menos de 30 segundos cuando me han necesitado, a pesar de no haber podido acudir antes por estar socorriendo a una chica que se acababa de intentar suicidar. He escuchado de amigos y familiares como "la Policía no hace nada" como "nos quedamos con droga" como "maltratamos y torturamos a los detenidos" o como "llegamos tarde a propósito".

He visto a mi esposa, mi madre, mis hijos y amigos masticar bronca por escuchar sobre la maldita policía, la corrupción policial, "los milicos están todos arreglados" sin entender que: "No existen policías corruptos, delincuentes y/o asesinos, ya que si hay hombres o mujeres que utilizan el uniforme para llevar a cabo ese tipo de acciones, no merecen llamarse policías, son delincuentes disfrazados de policías a los que hay que denunciar con nombre y apellido; llamarlos policías es salpicar a la gran mayoría de los integrantes de la fuerza que realizan su tarea con honestidad y vocación. También he visto a mi esposa escatimar y arañar intentando sacar adelante a tres niños con el sueldo de un policía.

He visto a mis chicos aguantarse cuando se dieron cuenta de que no podía ir a sus cumpleaños o actos escolares porque "Papá no tiene un horario normal". He visto también a mis chicos llevar una carga que no deberían haber llevado, cuando uno de sus compañeros o amigos ha dicho que "Todos los policías son unos hijos de ***** y deberían estar muertos"

He trabajado noches, fines de semana y vacaciones, nochebuena, navidad, fin de año y hasta el día que tuve mi primer hijo, mientras tú estabas cómodo y seguro en tu casa con tu familia. Mi familia completa caminó sin mí demasiado tiempo... demasiado tiempo. He visto las caras de niños que estaban perdidos y que mis colegas y yo tuvimos el privilegio de devolverles a los brazos de su desesperada madre. He visto hemorragias que he sido capaz de parar. Sí, tengo historias de éxitos y de fallos.

Y cuando ya creía que después de 28 años de policía, mi cuerpo, corazón y alma estaban preparados para soportarlo todo... llevo varias noches en las que no puedo dormir, porque veo las caras de los destruidos padres del camarada Marcelo Martínez cobardemente asesinado hace pocos días y siento el dolor de la impotencia que debemos sentir todos los policías bien paridos, que hubiésemos querido estar junto a él en el momento de los hechos y hacer que esta historia no fuera como es: cruel, dolorosa, desgarrante... porque pienso en un "y si yo"... pero no... nada ni nadie puede cambiar esta historia y me veo en el lugar del padre. Y veo a esa madre con la bandera y la gorra de su hijo apretándola contra su pecho y en su lugar veo a mi esposa... sí porque tengo 3 hijos y los 3 son policías; y yo que me creía capaz de todo no, no, no podría soportarlo y esto tampoco, es demasiado. Me voy, dejo el cementerio, seco mis lágrimas, levanto la vista al cielo para pedirle a Dios que reciba a Marcelo como se lo merece y alivio y paz para los destruidos corazones de sus padres. Sé que es difícil aún para él que todo lo puede, pero estoy seguro que sabrá cómo hacerlo.

Y le ruego y le imploro que cuide más que nunca a mis hijos y a los buenos policías tan necesarios en estos tiempos. En fin... más allá de mis noches sin dormir con las mismas ganas que hace 28 años me pondré mi uniforme, mi arma y mi placa y saldré de nuevo a desarrollar mi tarea la misma por la cual Marcelo y tantos otros camaradas han dado su vida: aplicar y hacer respetar la ley y el orden y cuidar los bienes y las vidas de los bonaerenses.

Pienso por última vez en Marcelo y digo: Gracias pibe por tanta demostración de vocación, coraje y amor por tu tarea y en especial por tus seres queridos; en esta sociedad tan individualista y carente de afectos no es poca cosa, y gracias por hacerles meter las manos en los bolsillos a los que gustan apuntar con sus dedos acusadores a todos los policías.

Tomo aire, se me hincha el pecho y siento deseos de gritar a los cuatro vientos al que quiera escuchar: Sí señores...

 

"YO SOY POLICÍA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES"

 

Jorge Oscar González Teniente Leg. 109.811

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