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El recuerdo de Betty Elizalde: la mujer que rompió mandatos en la vida, la locutora que hizo lo propio en la radio Imprimir
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Viernes, 30 de Noviembre de 2018 18:01
Cambió lo que su familia quería para su futuro por el destino que ella misma anhelaba. Y contra todo, quiso buscarlo en el éter. Allí también superó los escollos y las prohibiciones para imponer un estilo único. Murió este viernes 30, a los 78 años. Y así, el tan mentado silencio de radio encontró sentido sin su voz
 
Una adolescente a quien sus padres sueñan médica llega a su casa y anuncia: "Quiero ser locutora". La respuesta que recibe es un cachetazo a sus deseos: "En esta casa no queremos putas". Pero ella no se rinde.
 
Una tía que en realidad es una amiga le presta los pesos necesarios para inscribirse en el ISER. Todos los días su padre pasa a buscarla por la estación a la medianoche, pero no le dirige la palabra. Durante seis meses, y en castigo a desear lo que no deseaban para ella, sus padres no le hablan. Pero la joven no claudica.
 
Años después esa mujer, con su voz cálida y sensual, cautivará a las audiencias, creará un nuevo estilo de decir y se convertirá en referente de todos los que quieren, más que convertirse en locutores, ser simplemente como ella. Como Betty Elizalde.
 
La infancia de Beatriz Deolinda Bistagnino​ (su verdadero nombre) no fue sencilla. Solía contar con ironía que nunca necesitó que le explicaran qué fue la Inquisición: ella la había vivido en su casa. Su abuela era una española ultracatólica –"una vieja cultísima y divina, pero muy mala, aunque rezara mucho", solía recordarla-, con una madre sometida por su propia madre.
 
En cambio, su padre era hijo de italianos, anarquista de alma, con una gran admiración por el mundo intelectual y la frustración de tener solo estudios primarios. "Mi papá era un tipo de mucha sensibilidad, aunque tanto mi mamá como mi abuela se confabulaban en su contra. Como decía un amigo: '¿Qué clase de anarquista era tu viejo si tu mamá y su suegra lo tenían cagando?'".
 
Los primeros años de escuela tampoco fueron fáciles. La inscribieron en un instituto religioso al que iban familias con mucho dinero. "Mi vieja, que era muy insensible pero muy luchadora, fue a golpearle la puerta al cardenal (Santiago Luis) Copello, y lo volvió loco hasta que me dio la beca. Y me mandó a ese colegio porque mi mamá, en su ignorancia, lo único que tenía claro era que debíamos ir donde nos dieran la mejor formación".
 
Pero hubo un costo, claro. "Sufrí mucho porque era muy pobre, y las monjas me lo hacían sentir. Cuando no sabía una lección me decían: 'Señorita, tiene que responderle al colegio porque usted sabe que está gratis…', delante de todo el grado. Mis compañeras pasaban por la esquina de mi casa en sus autos impresionantes, sin saludarme. Tenían las quintas en esa zona, y yo les iba a robar mandarinas".
 
En la adolescencia la radio la sedujo, y Elizalde se dejó seducir: comenzaron un romance eterno. El camino para lograrlo fue complejo. Eran tiempos donde la sororidad no existía, y el machismo junto a la misoginia reinaban firmes y sin cuestionamientos. Pero en ese reinado apareció Betty para reclamar su corona. No necesitó príncipes que la rescataran, ni caballeros con espadas refulgentes que lucharan por ella. No precisó a nadie porque tenía una voz única que le permitía transformar las palabras en hechizos que nadie quería romper. Porque Betty decía porque sabía decir. Pero también, porque tenía algo para decir…
 
Durante 30 años ocupó un lugar en lo que ella definía como su casa: la radio. Creó un estilo sensual que todos los estudiantes de locución querían imitar ante la desesperación de los profesores del ISER y del COSAL que lo combatían. Logró algo impensado para la época: susurrar y comunicar, seducir y vender.
 
Pero Betty eligió salir de su zona de confort, se escapó del rol de locutora que ratoneaba con su voz y enriqueció sus programas con una propuesta periodística de excelencia donde la calidad, y el debate respetuoso de las ideas, eran condición indispensable para participar. Y garantía para escuchar.
 
Un micrófono, la palabra, los gestos (esos que hacía aunque no se vieran): Betty Elizalde
 
Quizá en un homenaje cotidiano a ese padre que durante seis meses no le habló pero seguro por respeto a su audiencia, en sus programas siempre estuvo acompañada de los escritores e intelectuales que marcaban la cultura de la época. En cada emisión mezclaba textos de calidad con temas musicales inéditos. "Sigo privilegiando la excelencia, esa inquietud permanente de decir lo de hoy fue bueno, lo de mañana tiene que ser mejor. No importa la calidad de producto que yo presente, pero estoy las 24 horas enganchada con la radio", afirmaba.
 
Sus programas batían récords de audiencia. Condujo las mejores propuestas en las mejores radios: El buen día, por Radio Del Plata; La burbuja, por Belgrano; Las siete lunas de Crandall, Continental; Studio Fiat y Y a mí… ¿por qué me escucha?, en Splendid.
 
Trabajó durante décadas y mantuvo lo que algunos llaman una conducta, o lo que simplemente se denomina coherencia. Supo ser valiente en tiempos de listas negras y censuras. "Yo digo que soy paraperiodista: he sorteado prohibiciones, les he hecho trampa a los milicos, en estupideces, claro. Porque el que iba de frente seguro hoy tiene a la madre con el pañuelito en la Plaza. Entonces, los que hemos trabajado todas estas décadas en los medios somos seres humanos que tratamos de zafar como pudimos, mientras otros han sido muy indignos y miserables. Yo me entretenía con meterles el perro con las listas de prohibidos, con la música, les cambiaba los títulos. Porque astutamente me di cuenta de que los tipos tenían la lista de los prohibidos en música, pero que no los escuchaban. A pesar de haber sorteado momentos muy difíciles, cuando pude avanzar, lo hice"
 
Ganó dos Martín Fierro, dos premios Zebra de Oro, un Konex, el Premio de la Sociedad Argentina de Locutores y la Cruz de Plata Esquiú. Pero sobre todo se ganó el cariño fiel de sus oyentes que la esperaban cuando terminaba su programa a las dos de la mañana simplemente para saludarla, y sobre toda para escucharla un poquito más.
 
Como mujer de radio Betty vivía con pena algunas propuestas actuales del dial. "No hay muchos programas periodísticos donde haya una persona que tiene algo para contarme. En estos tiempos la radio se ha convertido, más que en un elemento de entretenimiento, de distracción o de información, en un terreno de disputa… ni siquiera ideológica, porque no estamos viviendo un tiempo de ideologías sino de negocios, de intereses, de odios. La radio se ha convertido en ese terreno de falsa opinión, de enfrentamiento entre los periodistas, los locutores. Parecen más partidos políticos, o peleas entre partidos políticos que nada tienen que ver con la ideología, que programas de radio", advertía.
 
Dos años atrás, la mujer que hechizaba con su voz decidió retirarse de los medios. Fue una decisión tomada por voluntad propia pero ayudada por un panorama de propuestas radiales que no la convencían ni seducían. Entendía que había mucha gente en el dial que no respetaba el oficio, "que tendrían que aprender a leer un texto, a abrir la boca para que se entienda que están diciendo". Aunque también había "gente muy piola".
 
Betty Elizalde decía que no se imagina cómo sería la vida sin la radio. Seguramente hoy muchos oyentes se preguntan cómo será la radio sin ella
 El recuerdo de Betty Elizalde: la mujer que rompió mandatos en la vida, la locutora que hizo lo propio en la radio