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El acosador del Vivero Forestal de América Imprimir
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Jueves, 13 de Diciembre de 2018 11:03
Por Luciano Laserre *
 
¿Han oído hablar acerca del hombre que horroriza personas, durante la noche, en el vivero de América? Esto me llegó a través de una reciente víctima suya, cuya historia y la de su “enamorada” paso a relatarles. Mi función aquí sólo ha sido la de transcribir los detalles del episodio, tal cual me fue confiado.
 
¿Quién se cree presume que es este hombre, y a quiénes ataca?
 
Las víctimas de su insólita representación son aquellas parejas que ingresan al vivero en auto, y en particular, vehículos oscuros. Esto le permite al acosador disfrutar aún más de sus miserias, ya que para él, lo “oscuro” es sinónimo de camuflaje y terror.
Mientras me detallaban esta historia, no podía evitar el erizamiento de la piel y la sensación de desconfianza hacia la noche del vivero. Sobre todo, creyendo conocer a todo el gentío del pueblo, y no esperarme semejante susto malintencionado de una persona desconocida.
 
A pesar de su innegable sentido del ‘ser trabajador’ durante el día, tornándose reflexivo y ansioso por su “hobby” llegada la noche, a este demente me lo puedo imaginar en principio de género masculino, con una edad ya madura, rondado los 60, de estatura promedio y un espeso pelo blanco peinado a la gomina. Su espalda, según las víctimas “era un tanto curva, hasta con algo de joroba”, característica que se relaciona a aquellas edades donde las consecuencias del trabajo duro, forzado, de gran desgaste físico, ya es visible en el cuerpo desgastado por el tiempo.
¿Será que su obsesión por el vivero, donde los árboles yacen pasivamente en grandioso número, atrae a este “leñador compulsivo”? ¿Acaso es descabellado pensar que, además de utilizar el hacha durante el día, por la noche continúa disfrutando observar la vegetación estupefacta ante él, y “hachar” los sueños amorosos con su mano golpeando un auto?
 
Esta teoría del “leñador compulsivo” es la que manejamos quienes conocemos el caso. No sólo avalada por su manera de obrar, sino también por su insólito apego al vivero, y confirmada por su espalda en forma de corcova. Sin embargo, aún ninguno de los damnificados declaró haber logrado observar su rostro.
 
Debo admitir que este relato no nace a partir de este hecho. Oralmente, y sobre todo en asados familiares, ya se tocaba el tema de su existencia, como un simple rumor pueblerino, y se decía que aparecía al vivero una vez culminada la fiesta de los boliches.
 
El vivero forestal de América: lugar donde el mito y la realidad se confunden
Pasemos a analizar su “hábitat”, por decirlo de algún modo. A pesar de la extraña condición del Ser Humano, de su intrínseco miedo a la oscuridad (a pesar de ser fruto de nueve meses en el interior de un útero vacío de luz), este maniático ‘Ser’ gusta de adentrarse en el espesor irreconocible del vivero por la noche. Como si confirmara la Evolución Humana a partir de los primates, se dice que yace expectante bajo los árboles, acechando a su próxima presa.
 
Todos conocemos el vivero de América, de sus angostas calles, atravesadas por ramas, y el consecuente chasquido de la hierba al transitar en el auto. Por allí hemos, en numerosas ocasiones, efectuado bromas, al transitar por él de noche. Los más revolucionarios, y otras tantas aventuradas, han llegado al extremo de apagar sus luces durante el recorrido del auto, para asimilarlo todo a aquellas historias espeluznantes de terror que se leen en las más famosas antologías de cuentos macabros.
 
Nunca nadie creyó que un sujeto peculiar, fruto de su insólita idea de malgastar el tiempo y asustar a adolescentes desconocidos, pudiera aparecer de repente junto al vehículo, y rasguñar el vidrio o tan solo golpear un ventanal del auto, petrificando al instante a  sus ocupantes, cambiándoles su vida (o desistiendo de aquel “destino amoroso”) para siempre.
 
La noche del sábado 24 de Noviembre, su última aparición: los detalles de lo que sucedió
 
El hecho ocurrió durante la noche del sábado 24 de Noviembre, del corriente año 2018. Un chico se encontraba en su auto junto a una chica que recientemente había conocido en el boliche. Ambos conocían lugares para asistir y desatar sus pasiones una vez puesto el dj “música para echarlos”, así es como denominan al parecer los adolescentes a los últimos dos temas que pasan en el boliche para que “todos se vayan”. Sin embargo, ninguno se animaba a “tirar” un lugar, ya que recién se estaban conociendo. 
 
La chica, dueña del auto y quien manejaba, decidió que el destino sería el vivero. El chico le aseguró que estaría cerrado, ya que lo cierran por la noche, o así se decía. Sin embargo, encontraron la puerta abierta y lograron ingresar. “Esa noche sería la ideal para este monstruo. No andaba nadie” agregó ella.
 
Imaginemos el ingreso de noche, sin ningún tipo de conexiones inalámbricas ni medios para pedir ayuda. Es decir, estar a la deriva, únicamente junto a la naturaleza y la luz de la luna. Así es como se encontraba esta pareja, al azar de este demente nocturno.
 
Por testimonios del mismo chico, no se sabe exactamente dónde pararon el auto. En qué calle. Es que el vivero es impresionantemente similar al cementerio: no se conoce el nombre de sus pequeñas calles, sumado a que todas ellas se asemejan, al punto que resulta imposible establecer, en especial de noche, por cuál se anduvo el día anterior.
 
A su vez, los árboles, al igual que las lápidas, yacen allí fijos, prácticamente sin vida, con el agravante de su melancólica música al moverse, en forma de un augurio mortal. Realmente si me preguntaran de un medio extranjero, Trenquelauquense o Villeguense, cuál es en mi opinión el laberinto “natural” de América, respondería justamente que serían estos dos sitios: cementerio y vivero. La monotonía, junto al panorama homogéneo de cemento por un lado, y cortezas por otro, imposibilitan todo intento de ubicación visual.
 
El tiempo es otro factor difícil de presuponer: quienes asistimos regularmente, sabemos que en aquel estado de actividad, al momento de compartir una noche con nuestro enamorado, o enamorada, el tiempo fluye como agua en el río. Así como su caudal, resultaría imposible de establecer la medida exacta del tiempo transcurrido, tanto como del litraje de agua fluida. Por lo tanto, es motivo de investigación todavía, a qué hora se efectuó tan indeseable hecho, debido a que los dos damnificados no logran aún definir la hora de su encuentro inicial a la salida del establecimiento bailable.
 
Lo que sí es seguro, es que no tenían señal en sus teléfonos móviles. Aseguraron querer contactarse por llamada celular, “nos atendió la contestadora de Movistar. Puede ser, porque la antena está en la otra punta del pueblo” aseguraron.
 
Según el relato de la chica, llegaron a escuchar chasquidos en la tierra y las hojas, a pesar de ser Noviembre una época de poco recambio floral. Esto puede entenderse por su aparcamiento: a pesar de haber escogido una calle desértica para su estadía, estacionaron sobre la banquina, “en posición inclinada fruto de las típicas cunetas del vivero” explicó el chico. Sumado a que este sinvergüenza normalmente acecha sobre el matorral… desde aquel interno bosque se cree que provino. 
 
La chica relató:
 
-Fueron aproximadamente unos cuatro o cinco pasos, y el aleteo instantáneo de un pájaro, búho o murciélago, antes de que sintiéramos el golpe en el techo del auto. En aquel momento, me acuerdo nítidamente que se elevaba una gran tormenta y el viento comenzaba a soplar fuertemente.
 
Lo cierto es que el estruendo, amplificado en la cabina cerrada del auto, fue según sus palabras, “impresionante” y fruto seguramente de una “piña en el techo”.
 
-Justo comenzaba a sonar en el estéreo del coche “Lithium” de Nirvana, y al momento de la entrada impactante de la batería en la canción, escuchamos esos golpes. Viste que de un suceso que provoca tanto espanto, recordás algún detalle insignificante. Recuerdo ver al estéreo marcar el segundo 00:38 de la canción, todo en ese flash, y al mismo tiempo observar polvareda levantarse. La verdad que parecía digno de satanás. Yo no creo mucho en Dios ni nada, pero es muy raro”, confío el chico a un allegado mío. Aunque luego al momento de chequear esta información personalmente, se negó a relatarme la misma historia a mí mismo por vergüenza a parecer “depresivo y drogón” por escuchar Nirvana en aquel momento que se supone tan pasional y “Arjonesco”.
 
Es seguro, si confiamos en los sentidos y desempolvamos el empirismo escolar esta vez, que los enamorados lograron observar una silueta negra que se alejaba del coche y se escabullía por entre los árboles del vivero. El chico y la chica se vistieron lo más rápido posible, ya que se encontraban en proceso de “desnudez conjunta”, de acuerdo a lo aportado a esta fuente, y emprendieron la marcha para salir del vivero.
 
Conclusiones: el vivero como centro social “multiuso”
 
Este suceso, si bien es reciente y debemos un estar atentos a su evolución en el porvenir, ha llegado a conmoverme al punto de reflexionar en adelante sobre la multifacética función social del vivero: en primer lugar, su matutina y clásica función como recorrido cotidiano para quienes desean realizar actividad física; en segundo lugar, su vespertina función como centro recreativo para niños y niñas.
 
No obstante, se estaría creando una tercera función asociada a otra, como si de una garrapata se tratase: a la ya sabida tarea durante el fin de semana de “centro amoroso de la población americana” (aunque nadie se atreva a admitirlo); también se le sumaría ahora otra nueva tarea: ser territorio fértil para un sombrío sujeto que actúa sembrando terror, y luego cosechando el miedo de enamorados y enamoradas.
Con esta última, todas las disponibilidades horarias del vivero estarían repletas.
 
* Estudiante de la carrera de Comunicación Social y Periodismo en la UBA
El acosador del Vivero Forestal de América