¿Y si no es ninguno de los dos? Imprimir
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Viernes, 15 de Marzo de 2019 22:05
Mauricio Macri no remonta en las encuestas y debe afrontar una fuerte presión para que ceda su lugar a María Eugenia Vidal. Cristina Fernández coquetea con la elección pero la situación judicial suya y de su familia, más el estado de salud de su hija, ponen en duda su candidatura. Pero las chances de ambos están atadas a competir entre sí
 
Por Hernán Sánchez
 
El 10 de diciembre de 2015, con toda la esperanza por delante, Mauricio Macri asumió  la presidencia sin que su antecesora le cediera el mando por los caminos tradicionales del protocolo. Quizá en ese mismo instante, el flamante Jefe de Estado comprendió que ya fallaría en una de sus primeras promesas de campaña: cerrar la grieta.
 
Lejos de intentarlo, Cambiemos hizo todo lo posible por profundizar esa grieta. La falta de ampliación de un espacio político que pese a ganar dos elecciones consecutivas (2015 y 2017) nunca pudo tener la mayoría en el Congreso, fue encerrando al oficialismo en la necesidad de mantener latente la resurrección de Cristina Fernández de Kirchner. 
 
Ella lo eligió a él como la contracara cuando era gobierno. El la eligió a ella del mismo modo. La grieta los dejó a uno en cada orilla y el río que corrió por medio arrastró todas las opciones posibles que no fueran ella o él. Hasta ahora. 
 
Parece inadmisible que toda la esperanza política de un presidente para lograr su reelección esté atada a la candidatura de otro. Pero es así, Macri tiene chances de reelegir mientras Cristina sea quien está enfrente en un eventual balotaje. Paradójico, parece que para la exmandataria la ecuación es la misma, y sólo podría volver al sillón de Rivadavia siempre y cuando el contrincante sea Macri.
 
Entonces, ¿si uno se corre de la pelea, el otro está obligado a dejar también la puja presidencial? Tanto en el peronismo orgánico como en Cambiemos son cada vez más las voces que coinciden en que sus respectivos líderes políticos deberían dejar de lado las aspiraciones propias en pos de mejorar las chances del proyecto que representan.
 
“Se está dando algo inédito en la política argentina, que es que dos candidatos presidenciales cuentan con la misma intensidad de rechazo”, dice en la última edición de la revista La Tecla el analista Gustavo Córdoba, tras analizar que ambos alcanzan el 60 por ciento de imagen negativa. Ambos en la cancha se potencian mutuamente, con uno afuera el otro pierde el rival de referencia.
 
ELLA
 
Es cierto que en mar del peronismo y sus adyacencias es Cristina quien cosecha la mayor cantidad de votos, pero no puede asegurar la victoria. Mientras esté en el juego tapona cualquier otra opción surgida desde su propio espacio y le resta chances a una tercera vía.
 
Quizá internamente se debatan en Cristina su inteligencia y su egolatría. Aquella voz interior que le dice que si Cambiemos sigue en el poder ella y sus hijos pueden terminar tras las rejas, contra esa voz interior que le señala “sos la líder, la mejor, la que tiene los votos”. Así se lo dicen también públicamente los chicos de La Cámpora y quienes la sueñan otra vez con la banda. Lo primero, en cambio, lo piensan muchos en el peronismo, aunque pocos se animan a señalárselo. “Ella debe asegurarse que gane un peronista con su apoyo para no ir presa”, señalan.
 
La espada de Damocles de Comodoro Py sobre la cabeza de la familia de la exmandataria la tuvo a ella activa, la volvió a poner en el ruedo, y le dio al gobierno la visibilidad que su máxima adversaria necesitaba mientras en paralelo la tenía controlada. Esa misma espada puede decapitar las chances de Cristina y, en el mismo movimiento, desangrar la reelección de Macri.
 
El polémico video que Cristina grabó para contar el drama de su hija Florencia y los motivos de su viaje a Cuba, despertó una cadena solidaria en el universo kirchnerista y dejó un severo interrogante sobre la decisión final que la actual senadora pueda tomar respecto a la contienda electoral. A eso se suman voces del entorno K más íntimo que ponen en duda su posible candidatura, porque “no necesariamente tiene que ser ella”.
 
Cuando siempre fue un espacio tendiente a cerrarse, los miembros de La Cámpora son quienes claman ahora por la apertura, la gran unidad y la necesidad de no excluir a nadie de un gran acuerdo que permita destronar a Cambiemos. Nunca los jefes del ejército militante actúan sin instrucciones de su comandante en jefe (Cristina) o de su general (Máximo). 
 
Hasta ahora, Cristina no tenía excusa para bajarse de la carrera que la pone en competencia directa y con final incierto ante Macri. La situación de salud de su hija, quien no volvería de Cuba hasta después de las elecciones como mínimo, le da a la expresidenta la posibilidad de una salida elegante, y con el adicional de una cuota de  victimización que siempre supo usar muy bien.
 
La aparición de Roberto Lavagna, por ahora ficticia en cuanto a los gestos propios de un candidato, pone a la oposición toda en una situación expectante. Quizá haya aparecido esa figura que dicen necesitar pero no encontraban. De todos modos, si se confirmara que Cristina no juega, otra vez aflorarán muchos egos entre primus interpares que también quieren colgarse la banda presidencial. Pero ese será un problema a resolver después.
 
EL
Mauricio Macri dedicó toda la semana a desactivar la bomba que el propio seno de Cambiemos puso a funcionar después de conocerse las encuestas de febrero y el índice de inflación de los primeros meses del año. Bajó a la Provincia para reunirse con María Eugenia Vidal, sus ministros y los legisladores de Cambiemos, apareció sin ser esperado en el Consejo Nacional del PRO, y hoy juntó a los intendentes bonaerenses del espacio, entre otras actividades que tuvieron como único objetivo reafirmar su candidatura presidencial.
 
En la Casa Rosada tomaron nota rápidamente de la espiral que había tomado la posible candidatura presidencial de Vidal, empujada por una realidad incontrastable: pese a que la imagen de Cambiemos cae ella sigue siendo la dirigente política mejor conceptuada por los argentinos. Un capital que le da a Macri un resguardo para la continuidad de su proyecto, que por ahora el Presidente se reúsa a utilizar.
 
“Mauricio no se va a bajar, cuando se propone algo no retrocede jamás, y ahora encima está enojado”, dijo a La Tecla un funcionario que lo conoce de pe a pa.  Sin embargo, en el oficialismo hay una indisimulable preocupación, y empieza a complicarse incluso la contención de socios estratégicos. A nadie escapa que hay legisladores que miran por el rabillo del ojo otras posibles opciones electorales (léase opción Lavagna) porque creen que si Macri insiste en su candidatura pone en riesgo no sólo la Nación sino al gobierno bonaerense.  Son cada vez más los que creen que el “Plan V” es la única salida.
 
La esperanza de Macri es directamente proporcional a la confirmación de la candidatura de Cristina. Si ella decidiera no jugar, toda la estrategia de cuatro años, chiquita y mezquina, de armar políticamente sólo en contraposición a, se diluye como un castillo de arena azotado por el viento. Un problema es que el Presidente por ahora no tiene la excusa en caso de que finalmente quiera dar ese paso, y a medida que pasa el tiempo el trasplante puede ser cada vez más difícil y riesgoso.
 
“Si Cristina se baja y el peronismo se une no tenemos chances”, le dijeron a este medio varios legisladores provinciales, que aún guardan la esperanza de una  contienda cara a cara porque “a ella nadie la va a poder bajar porque es la que más votos tiene”. 
 
¿Y si Cristina no se baja y Cambiemos decide finalmente poner a Vidal como candidata a presidenta? Ahí es el kirchnerismo el que analiza buscar otra estrategia “No, mujer contra mujer no vamos a competir, en ese caso pondríamos a un hombre”, aseguró un integrante de La Cámpora con llegada directa a la expresidenta.
 
En este tablero de ajedrez los dos reyes están en jaque.
 
¿Y si no es ninguno de los dos?