A Plaza Constitución parando en todas Imprimir
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Sábado, 04 de Septiembre de 2010 13:03

Estación ConstituciónPor Lucho

La bocina suena y despierta definitivamente a algunos pasajeros. El viaje hacia la rutina para algunos comenzó hace un rato, colgados de algún pasamano. Para otros, recién empieza con un recorrido sinuoso por las vías del Ferrocarril Roca. Un grito retumba entre los andenes, “De La Plata a Plaza Constitución parando en todas”.
El sol se mete por las ventanas y recorre los pasillos, la sombra de un vendedor se asoma, esta en medio de dos vagones preparando su mejor sonrisa. Ofrece cuatro lapiceras con punta de metal, a sólo dos pesos, algo que según “Pajarito” apodo que le gritan desde un andén, es un exiguo costo en comparación con cualquier comercio del ramo. Apenas desaparece el comerciante de lapiceras, entra en escena un hombre de andar quijotesco, que recorre el vagón y luego de unos instantes comienza a explicar las ventajas de comprar una funda para el DNI. Tiene un acento extraño, menciona la importancia de tener cuidados exclusivos con el documento, se anima a esbozar una teoría sobre la identidad y en un instante se esfuma de nuestra vista.
Su lugar lo ocupa una señora gorda que ofrece unos paquetes de gomitas, parecen viejos, como si estuvieran vencidos, igual un hombre de traje y corbata le compra. Quizás para colaborar con la pobre señora, quizás porque tenía mal aliento.
Así se van transitando los duros rieles del Roca, con un movimiento constante, en cualquier momento parece que las ventanas van a saltar o que algún vidrio se va a romper.
Gracias que esta el sol, porque sino el frío se haría presente, todas las puertas y la mayoría de las ventanas están abiertas y destrozadas. Los asientos de chapa están helados y cuesta mucho calentarlos, se hace difícil dormir un poco para alguien que no esta acostumbrado a las comodidades del Roca.
En algunos tramos el ruido es ensordecedor, el descarrilamiento no es una posibilidad, al menos la tranquilidad de los pasajeros parece mostrarlo.
Casi a mitad de camino hacia Plaza Constitución aparece un hombre pidiendo los boletos, con un agujereadora los marca, la gente se renueva, algunos suben con la cara todavía un poco hinchada, se tiran en los asientos dobles como si fueran confortables camas que les permitirán estirar un poco el sueño, ellos sí están acostumbrados.
Unos se despiertan como exaltados sin saber donde están, se orientan y siguen con sus ojos cerrados. ¿Podrán volverse a dormir? ¿O nunca estuvieron dormidos?. Quizás van pensando como sobrevivirán las últimas semanas del mes. Sus miradas de cansancio, su silencio, los pensamientos dormidos, los sueños a cumplir no impiden ver que todos enfrentan con hidalguía la vida que les ha tocado.
El viaje hacia la Capital llega a su fin, el devastado transporte público los llevó hasta su trabajo y en unas horas los tirara en la callecita que los llevará a su casa. El gran conglomerado urbano es el lugar donde pueden tener una posibilidad de subsistir, donde aparece alguna oportunidad de trabajar, algo tan fundamental y necesario para el desarrollo humano.
Todos los días esta travesía los espera, los viejos vagones, el frío, el calor, la lluvia. Pero sobre todo el olvido, nadie hará nada porque viajen un poco mejor, nadie se acordará de ellos. Igual estarán ahí cumpliendo con sus obligaciones, por sus hijos, por ellos mismos, porque cada historia de vida es un cruel reflejo de lo que viven millones de argentinos.

A Plaza Constitución parando en todas