Ud. está aqui:   Inicio Opinión Columnas

Buscá en el Archivo de MasterNews

Se jubila el Peronismo ? Imprimir
Usar puntuación: / 1
MaloBueno 
Martes, 16 de Marzo de 2010 18:18

Pepe EliaschevSi fuera una mera persona más, dentro de siete meses al peronismo le tocaría tramitar su jubilación, pero no tiene la menor intención de encarar esas gestiones. El 17 de octubre se cumplirán 65 años de la fecha fundacional del justicialismo, cuya característica fuertemente personalista explica que se lo llame día de la "lealtad". Se trata, claro, de la lealtad a Perón.

Aunque la presidente Cristina Kirchner prefiere ubicar el nacimiento en el golpe de estado del 4 de junio de 1943 (expresó que el peronismo lleva la marca genética de las Fuerzas Armadas porque es el único partido argentino fundado por un general de Ejército), vale la fecha del 17 de octubre, aunque se podría incluso adoptar la del 24 de febrero de 1946, cuando el peronismo ganó por primera vez las elecciones y su jefe fue elegido presidente.

¿JUBILACIÓN?

Pero no hay jubilación peronista en el horizonte, pese a que el justicialismo ya es un ente casi septuagenario y parecería haber hecho todos los aportes. Néstor Kirchner ha dicho esta semana desde la calurosa Resistencia que proyecta retener el poder hasta 2020. Si así fuera, estaría acumulando 17 años consecutivos con las riendas en la mano. Es el sueño de Carlos Kunkel, notorio admirador de la suma del poder público capturada por Juan Manuel de Rosas entre 1835 y 1852. ¿Podrá el oficialismo equiparar los 17 años rosistas del siglo XVIII con 17 años kirchneristas en el siglo XXI?

La oposición parece estar haciendo todo lo posible para que la Argentina se prive de, al menos, la posibilidad de alternancia en 2011. Su sonora derrota en el Senado este jueves no permite interpretaciones divergentes. No hay en la Argentina de marzo de 2010 una oposición. Hay, sí, un abanico de, por lo menos, cuatro colectividades diversas que de vez en cuando coinciden y consiguen aparecer como "la" oposición. Pero como agrupamiento o coalición compacta, hoy no existe.

Cuando el kirchnerismo habla de "rejunte" opositor prefiere obviar su propia mecánica de succión de amigos, aliados, camaradas de rutas, socios y cómplices. Desde el Borocotó emblemático de 2003, el kirchnerismo no ha dejado de frecuentar las promiscuidades políticas más explícitas, pero cuando se producen coincidencias entre los adversarios del actual gobierno, el oficialismo se hace buches de pureza monacal.

OPOSICIONES

Hay en el Congreso Nacional un pimpante pelotón de legisladores que se asoman al balcón para ver de donde sopla el viento y con qué velocidad. Esta realidad prostibularia teñida de simpatías y traiciones describe la desolada intemperie del cascoteado clima institucional. Frente al acrisolado y desafiante compacto de poder del dispositivo kirchnerista, flamea una colección de historias, herencias, preferencias y tradiciones que muy difícilmente conjugan una arquitectura homogénea. Radicales, peronistas, cívicos, socialistas e izquierda nacionalista son flores heteróclitas que componen un ramillete inestable.

El radicalismo hizo una excelente elección en 2009 y picó para arriba tras su larga debacle, que arrastró desde 2001 hasta 2008. No fue sólo Julio Cobos lo que revitalizó fuertemente al partido de Alem, Yrigoyen y Alfonsín. Tras el espinoso e inclemente cruce del desierto capitaneado por el jujeño Gerardo Morales, un Comité Nacional visiblemente revitalizado y comandado por Ernesto Sanz lidera un partido puntillosamente institucional y horizontal en donde nadie regala posiciones a nadie.

Pero, de cara al kirchnerismo, el radicalismo tiene dos problemas centrales que la inteligencia y serenidad de Sanz no logran por ahora conjugar. Crucificados por las terribles crisis de 1989 y 2001, los radicales tienen una veneración casi mística por la gobernabilidad. Jamás serán arrinconados a un dogmatismo insurgente contra los pragmáticos y audaces kirchneristas. Esta puntillosidad es una pesada mochila en estos tiempos. Cuando los partidos opositores cruzan al oficialismo, desde la Residencia de Olivos denuncian un golpe de estado, y en El Calafate preparan la resistencia contra los "destituyentes", el radicalismo se angustia consternado, y propicia tratativas y entendimientos. Ya sucedió en 1993 con el Pacto de Olivos.

Algunos hablan ahora del supuesto "susto" de los radicales ante la agresividad del kirchnerismo, pero otros detectan en esa autolimitación una manera de proteger el sistema de partidos y la división de poderes. Claro que si, para bailar el tango hacen falta dos, el Gobierno considera como enemigos a quienes se ponen en el camino y cuando planifica "diálogos" básicamente está comprando tiempo, sin ninguna vocación que permita suponer un entendimiento.

La segunda cuestión es más densa y tal vez mucho más significativa: los radicales admiten muy a regañadientes a la economía de mercado. En gruesas franjas del partido, sobre todo en las de raigambre más alfonsinista, se respira no sólo una saludable inclinación socialdemócrata, sino también un sesgo belicosamente anti-capitalista.

Un radicalismo acomplejado de que lo acusen de golpista y neoliberal es pan comido para el blindado poder kirchnerista, cuyos aparatos de diseminación mediática (Canal 7, Radio Nacional, los medios "privados" financiados por la Casa Rosada) son capaces de acusar, por ejemplo, a Pino Solanas y su Proyecto Sur de jugar a ser la izquierda de "la derecha".

CONTINUIDADES

El peronismo federal se integra con fracciones y dirigentes que juegan sus destinos singulares hace ya varios años. Casi todos ellos han sido gobernadores (Duhalde, Rodríguez Saa, Romero, Reutemann, Solá) y atravesado diferentes liderazgos, desde el Cafiero de los años Ochenta, a Kirchner. Su impronta inconfundible es que ni en sus sueños mas osados se animarían a cuestionar el ADN gregario y unificador del peronismo, denominador bajo el que en definitiva terminan coexisten. Es así no solo hoy, sino siempre, incluso en vida de Perón, cuando los "neoperonismos" tenían vigencias fugaces. Estas ramas del tronco justicialista son muy porosas: un peronismo reinante, como el actual, siempre tiene aire para extender el brazo del olivo. ¿Acaso Kirchner no acaba de pedir que regresen a casa los hijos pródigos? Puede trabajar con el Movimiento Evita y los retro-montoneros que lo vivaron el jueves en Ferrocarril Oeste evocando la gesta de Cámpora en 1973, pero concebible que se siente a arreglar con fuerzas y seres que hasta hace poco descalificaba como símbolos de los vituperados años Noventa. Esos peronismos están fatales con el kirchnerismo, pero su discrepancia no debería ser sobreestimada. La historia permite imaginar que tienen mucho en común.

El movimiento de Elisa Carrió tiene tres características centrales. Reivindica una argumentación esencialmente ética y principista que lo coloca en permanente fiscal de todo y todos. Su rasgo central es el personalismo absorbente de Carrió, que desde hace diez años es infatigable habitante de la TV, las revistas y las radios, pero que no ha podido o querido desarrollar una conducción plural y colectiva en la que sobresalgan otras figuras que no se le subordinen. Carrió y su Coalición Cívica se caracterizan por expulsar más aliados de los que alcanzan a captar, una sangría permanente que se repite desde la fundación del ARI original, que fue un acuerdo entre un pequeño grupo de radicales cismáticos y el legendario Partido Socialista.

Es muy elocuente que en su mensaje de este viernes, el Comité Nacional de la UCR haya asegurado que su misión es "buscar la coincidencia con quienes comparten los rasgos fundamentales de nuestra visión de la Argentina. Nos inspira a rechazar el sometimiento a liderazgos prepotentes y autoritarios. Nos inspira a abjurar de dirigencias mesiánicas que sólo buscan confrontar y arrogarse la autoridad moral para distinguir réprobos de elegidos". La alusión es Carrio es inconfundible.

Los socialistas afrontan un dilema espinoso. La conducción del partido permanece fiel a los acuerdos con el radicalismo en el hoy hibernado Acuerdo Cívico y Social. Santa Fe, gobernada por la recia y ponderada gestión de Hermes Binner, no es una provincia conducida en solitario por el PS. Gobierna un articulado Frente Progresista en el que los radicales y socialistas de la provincia tienen paridad. Pero necesidades políticas del cauteloso Binner y su propia estirpe doctrinaria colocan a su viejo partido en andariveles espinosos.

La oposición de cuño liberal que se agrupó en torno de Mauricio Macri tiende a mimetizarse de manera cambiante con los peronismos existentes, una evolución muy atada al proyecto presidencial del Jefe de Gobierno porteño que destiñe muchas de las pretensiones republicanas de PRO, obligado a navegar entre un centro derecha republicano al estilo del presidente Sebastián Piñera de Chile, y el proverbial movimientismo populista.

Finalmente, el nacionalismo de izquierda de Solanas y Lozano considera que el kirchnerismo es la derecha y lo que hay que hacer es desconocer la deuda externa y nacionalizar todo lo que se pueda. Eficaces desde la retórica mediática, hostigan por izquierda a Kirchner y desprecian por conservador al radicalismo, además de considerar ultra gorilas a quienes ven una opción en Macri.

POSIBILIDADES

Sólo un genial diseño estratégico podría configurar un camino colectivo y común para que escuelas de pensamiento y acción tan diversas sepan producir para 2011 un desenlace factible y superador.

Por ahora la Argentina exhibe un escenario de empate permanente. Quienes gobiernan no cuentan con el apoyo mayoritario del pueblo, pero quienes se les oponen no concitan una explícita y mayoritaria adhesión.
 

Se jubila el Peronismo ?