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El franco argentino volvió a marcar ante Gimnasia de Jujuy un tanto decisivo para que River no le pierda pisada a Instituto. Con 10 goles en 14 partidos oficiales, los hinchas ya lo despidieron con una ovación. El mejor refuerzo de la era Passarella

 

En épocas donde los riverplatenses buscan sustento en sus referentes e ídolos para acabar con la pesadilla de la B Nacional y regresar a Primera División, el arribo de David Trezeguet se produjo en el momento adecuado. Sin un pasado en Núñez, le bastó con declarar su amor por la camiseta y volcar en el campo de juego su experiencia europea para meterse al Monumental en el bolsillo. Sus goles parecen guionados y calzan a la perfección para una emotiva película del ascenso. El Lobo Jujeño lo sufrió en carne propia.

 

El reloj marcaba 67 minutos y las 50.000 almas presentes hacían del estadio una caldera. Los dirigidos por Mario Gómez se abroquelaban en el fondo con todos sus hombres y carecían las ideas en el equipo de Matías Almeyda. La temprana salida de Fernando Cavenaghi había causado malestar en el hincha y comenzaban algunos reproches para el DT. El arquero Maximiliano Cavallotti se encargaba de desbaratar todo intento local. Pero en cancha estaba la astucia de un goleador acostumbrado a jugar finales.

 

Alejandro Domínguez, que sorpresivamente arrancó mirando el partido desde el banco de suplentes, desbordó por la derecha, ejecutó un centro preciso adentro del área, y tras una dubitativa salida del arquero jujeño, Trezeguet cabeceó por detrás de todos para provocar el estallido máximo bajo la niebla. Digno de un superhéroe con la banda roja en su pecho y el gol en su cabeza. Digno de un campeón del mundo con ganas de conquistar su segunda tierra. La ovación se provocó de inmediato. Se enrojecieron las gargantas riverplatenses.

 

Con 34 años, la historia del “Faraón” con el gol en suelo argentino comenzó con el pie derecho. Debutó marcando en su primer partido del torneo verano y, a la hora de jugar por los puntos, se supo ganar la titularidad con goles importantes. Nadie le regaló el lugar de indiscutido pese a sus títulos en el viejo continente. Su primeras anotaciones fueron ante Independiente Rivadavia y Desamparados ingresando desde el banco. Y ante Defensa y Justicia, con un doblete que sirvió para lograr un sufrido 3-3, sacó a relucir su chapa de gladiador.

 

Fue clave para abrir partidos cerrados frente a Deportivo Merlo, en Vélez, y ante Ferro, donde marcó dos goles tras las salidas del campo de Domínguez y Cavenaghi. Aportó en la clasificación frente a Quilmes por los octavos de final de la Copa Argentina. Y ante Instituto se postuló como candidato a ídolo tras convertir el 1-0 en un partido decisivo por el título. Frente a Gimnasia de Jujuy terminó de meterse en los corazones millonarios.