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"Hombre mirando al sudeste" Imprimir
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Sábado, 19 de Junio de 2010 10:05

Ese fue uno de mis primeros dolores, nunca además, nunca había sentido ese rugido en mi vida, decían que el mar rugía así, yo no conocía el mar.
Y entonces nos levantamos todos temprano porque mi viejo nos despertó a todos, se viene el agua dijo, el rumor que habíamos escuchado y que tenia fecha se hizo verdad pero mas tempranamente, se abrió paso en pocos días abriendo canales. Eran casi las 6 y cuarto de la mañana y no hacia frió, sobre las siete mire al sudeste, de ahí venia la lengua...

... de humedad que envolvería casi casi todo, la vi crecer entre las patas y pasar la 33 como una víbora ancha, y me llegaba al tobillo, y entonces pensé en los bicharracos, que seria de ellos, las 30 ovejas, los chanchos y los perros que era lo único que teníamos.
Las lenguas del quinto se multiplicaban. En tres días eramos una isla plagada de sonidos y de alas de pájaros blancos que cagaban todo, tractores atascados lingas, cuartas, y caras de no saber que hacer. La inundación, te acordas de la inundación? con chapas por todos lados, flotando, a nosotros justo a nosotros, peces secos del llano, nunca vimos tanta agua, yo la vería.
Haciendo canales por todos lados, hasta las pelotas de barro, tirando de un arado de una sola reja que parece una carretilla, pero que tiene una reja, con los aperos secos revividos con jabón blanco y agua y secados al sol, era un maestro con esas palancas, me hice a la fuerza.
Por esos días me pateo una yegua, la que había domado Maldonado, dicen que el loco tenia una fosa por todo palenque, donde los entraba a los caballos y salia de ahí a los gritos como un centauro recién nacido a los palos. El torcía a los palos a cuanto bicho de cuatro patas se le cruzara, como a mi me torcía a palos la vida. Fue cuando se me murió el Pichirica entre las patas si, de un ataque de no se que, que les da a los perros, me quede mirando el humito que levantaba de la tierra apenas que movía el perro con la cola antes de morirse, un perro negro que se ponía azulcito con el sol. Era volvedor de lo que sea, y te miraba, me miraba a los ojos, directamente, como un cristiano, o lo que sea que te mire a los ojos y busque o pida una respuesta.
Cuando pude salir de la isla aprendí a manejar cosas, me hice de amigos y otra vez al obraje barato, fui ayudante de albañil creo que tres días con el Ruso en Gral Pico, y me tragaba por los ojos a cuanto libro me llegara. Y ahí fue que fui a parar al "Carretero", estábamos del otro lado del canal. Una noche que estábamos por cenar arriba de una de esas casillas hecha de aglomerados de tetra brick y con luz de un farol a gas porque el patrón había dicho que así mejor porque sino se jodían las baterías de los tractores, menos mal que teníamos baño para bañarnos, afuera, con un calefón de plástico colgado de una soga y un fuentón rojo entre las patas. Y en eso que estábamos con el gallego viene el encargado y dice que había que ponernos al frente de la huella del canal del Río quinto porque iban a cortar el canal, que lo iban a cortar? ya lo habían cortado, con palas le abrieron dos tajos a la huella y el agua empezó a correr como loco, y entre la luz del tractor veo a tres,
"funcionarios", de América, que salían disimulando, como que de Trenque Lauquen habían venido pero no, era mentira, habían mandado a 3 o 4 empleados a cortar en dos lados, y ahí me dio miedo, otra vez como esa vez me dio miedo, porque sentí el rugido otra vez, el ruido ese imparable que hace el agua cuando corre y arrasa, pero esta vez no estaba mi viejo, ni la Ana para agarrarlos de las manos. Toda la noche meta que meta con un Valtra chiquito para atrás con una pala hidráulica como 300 metros para tapar la zanja que se abría cada vez mas, cruzamos unas sogas y tiramos tranqueras y raíces grandes hasta que empezó a salir el sol y el agua corría poquito mientras el gordo Mederos puteaba sin parar, así habíamos estado toda la noche, para salvar con eso los pedazos de terreno que quedaban a sembrar y así traernos unos mangos mas. Pero, nadie nos reconoció el esfuerzo, ni un gracias nos dieron, menos un peso miserable por el lomo que doblamos y hasta dijeron que no habláramos. Fue
cuando aprendí a hacerme hombre de verdad y a alternar entre parar el miedo, y mandar a parar las imágenes del horror que me dolían y a desconfiar un poco de todo y de todos.
Esas inundaciones que se llevaron muchas cosas y sacaron cosas miserables de nosotros, como cuando de América dijeron que eramos unos guachos (en realidad dijeron otra cosa) porque no fuimos a poner bolsas a la 70 y me dio bronca pero no dije nada, me la quede guardada, a ellos que jamas nos habían mirado y no nos sentían ni sienten parte de ellos porque es así, teníamos que callar, y ellos tenían un poco de razón a que negarlo.
Ver como se reunían los mismos de siempre en la noche a digitar que esto y que lo otro, mientras el agua no sabia si llegarnos al cogote o seguir de largo. Ellos con los celulares y las camisas blancas mandaban como si de una estancia se tratara. Yo tenia ganas de entrar a esas reuniones y decir que mejor que le dieran mas bola y escucharan a alguien que supiera de verdad, o al Pepe molinero que el sabia de niveles y de tierra y  del agua, pero no, no entre y seguí callado. Tenían que pasar unos años para que me animara a escribir, y conocí a la Karina, hermosa, que me insto a escribir y me retaba por cosas que decía que eran muy fuertes. Por ese tiempo estaba en la radio y algunos se calentaban y me odiaban porque decía cosas que pensaba y a veces parecía que estaba prohibido pensar. Pero, pero, ya no me callo mas, cuento esto porque es bueno y es lindo tener memoria de lo que nos paso como pueblo y de lo que me significo como persona afrontar las cosas grandes de la vida, esos
hechos fueron significativos en mi vida, y de paso cañazo le paso factura a 3 o 4 que, vamos, no soy rencoroso pero tenia ganas de decir las cosas como son. Todos en parte mayor o menor sufrimos alguna inundación, ojalá no suene como una fácil alegoría, pero no hay que aflojarle. Es también a mas de acordarme, una especie de homenaje a los hombres y mujeres que me acompañaron y lucharon y siguen, esos, imprescindibles como parece que decía el Bertold Brecht.

Con todo respeto.

A la memoria de; Juan Carlos y Ricardo Delgadín.

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