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#NosotrasYEllos: Tecnohijos vs Padres Imprimir
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Sábado, 13 de Enero de 2018 00:07
Esta vez no se trata de la guerra de sexos sino de la batalla entre las mamás y papás del siglo XXI y nuestros tecnohijos que nos controlan –y se burlan– como usuarios invasores de las nuevas tecnologías.
 
Tecnoniños
 
Se te ríen, se te ríen sin dientes (¡todavía están perdiendo los dientes de leche los muy cretinos) cuando te ven metida en Facebook, digitando cual loca en el teclado del celu que te compraste para ser canchera o dando vueltas en las redes supuestamente no aptas para gerontes, que es lo que venimos siendo todas nosotras para ellos. "Ma, ¿vos tenés Instagram?", me preguntó el otro día muy intrigado Dante. Cuando le dije que sí, redobló el acoso con un letal "Pero ¿vos entendés realmente de qué se trata Instagram?", como si para usar una nueva red social una debiera tomar un curso para el que no puede siquiera postularse. Es así: la Generación Pulgar desprecia desde lo más hondo de sus bits a cualquiera nacido antes de los '90. Nos miran como pobres cosas ágrafas, molestas, que tratan de camuflarse entre la multitud de tipeadores relámpago, pero sin poder esconder nunca del todo bien la torpeza de sus manos. Dicho sea de paso, a esta altura de la soirée agraciadas ellas (las manos, se entiende) con los primeros síntomas de artritis, mal del túnel carpiano o delikatessen por el estilo. Y así, con esas pobres armas (un celular enorme y carísimo y una lentitud que es muy mal mirada en pleno siglo XXI) comenzamos las madres analógicas nuestro camino por el Sendero de la Vergüenza y de la Humillación Digital. A algunas les va mejor. Pero es sólo temporario: al final de las cosas ellos volverán a sacarnos de la pista y a reírse de nosotras sin dientes y sin vergüenza. Yo me vengo, cada tanto, del más vil de los modos, que es apagando el módem y dejando sin wifi toda la casa. ¡A ver qué hacen de sus vidas todos estos tecnoniños cuando les planteamos el Desafío Unplugged!
 
Por QUENA STRAUSS, periodista
 
Enseñaje
 
Mientras tomaba un café en un bar escuché en la mesa de al lado a dos tipos que hablaban así (trato de repetir la frase): "Me hacen sentir como un hombre de la prehistoria cuando me ven con el teléfono celular que me acabo de comprar. Pero ¿cómo hacer para no sufrir tantos papelones en esta batalla perdida ante los jóvenes?"
 
Eran dos desconocidos, pero me hubiera gustado decirles que no estoy de acuerdo. A mí siempre en la vida me costó aprobar dos materias: Matemáticas y Principios de tecnología. Cuando estudiaba, hace mil años, el examen de Dirección de Televisión lo pasé raspando frente a un switcher (mesa de operaciones del director) que sólo tenía tres botones. De cualquier aparato que compre (radio, lavarropas, teléfono, televisor, horno, etc.) sólo accedo como un mono a usar la aplicación prehistórica de los mismos y a todas las demás posibilidades ni las investigo. No entiendo ni el manual del control remoto.
 
Pero nunca la relación con mis hijos, nietos o alumnos fue frustrante por eso. No hay batalla que ganar. No hay batalla. Esa idea parte del antiguo concepto de que el adulto sólo enseña y el joven sólo aprende… porque no sabe. Pero hace ya muchos años el psicólogo Enrique Pichón Riviere acuñó un hermoso neologismo: "enseñaje". Eso significa que aprendizaje y enseñanza están solidariamente relacionados, con la diferencia de que en temas de tecnologías el que sufre de ansiedad es la persona mayor ante el nanodigital. Así, mi experiencia fue opuesta a la escuchada en el bar: pedir ayuda por no entender me sirvió para crear lazos con la gente menuda o adolescente, rompiendo roles estereotipados y fundando una red de afecto y confianza.
 
Por LUIS BUERO, periodista
 
Ilustración: VERÓNICA PALMIERI
Por QUENA STRAUSS, periodista