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¿Dónde está la plata? Imprimir
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Martes, 21 de Agosto de 2018 12:01
Por Luis Majul
 
Así como se pone la lupa en los lugares en donde se pudo haber guardado el dinero físico y en los vuelos para sacar la plata al exterior, ahora hay que ir a buscar a los testaferros y a los contadores. Ellos saben
 
El extitular de la Administración Federal de Ingresos Públicos, AFIP, dijo la semana pasada una verdad sencilla: "La plata no puede desaparecer".
 
Hablaba de la plata negra de la corrupción K. De los cuadernos de Oscar Centeno.
 
Aunque parezca inverosímil, una pequeña parte de la plata que se habría robado la organización criminal liderada por Cristina Fernández, según el fiscal Stornelli y el juez Bonadio, está empezando a aparecer.
 
¿Dónde? En las confesiones de los grandes empresarios, a los que en su momento presentamos como Los Dueños de la Argentina. Las de Aldo Roggio, en principio. Las de Benjamín Romero, de Hidrovías y Emepa. En las indagatorias del presidente del Club de la Obra Pública, Carlos Wagner, también. Y, por supuesto, en las de Ernesto Clarens, Claudio Uberti y José López.
 
También está la plata, aunque ahora no la veamos, en las bóvedas de Máximo Kirchner y de Lázaro Báez y en la caja de seguridad de Florencia Kirchner, enviada de urgencia por su madre para evitar que le embarguen casi 6 millones de dólares.
 
Es cierto: una buena parte del dinero mal habido ya lo habrán gastado, o ingresado al circuito legal a través de las mil y una operaciones de lavado. Quizá el gran ejemplo de esto último se pueda corroborar con la existencia de las propiedades y las cuentas en el exterior del secretario privado de Néstor Kirchner, Daniel Muñoz, en los Estados Unidos.
 
Porque más allá de los 45 millones de dólares que se le encontraron a través de los Panamá Papers, su viuda, Carolina Pochetti, ha comprado, junto con el contador de Néstor y Cristina, un par de garajes y otras propiedades en Belgrano, que ahora se ocupan, se alquilan y funcionan como si no fueran producto del delito sino transacciones legales.
 
Los periodistas no somos fiscales y jueces. Sí podemos y debemos hacer honor al oficio con el viejo ejercicio de mostrar lo que se quiere ocultar. La existencia de bóvedas es un camino. El registro de los vuelos sospechosos a Uruguay, Panamá, los Estados Unidos y Suiza son recursos válidos para buscar y encontrar la verdad.
 
Después le toca al Estado, los fiscales y los jueces. A la AFIP y la UIF, para determinar cómo hacía Roggio para pagarle a Ricardo Jaime el 5 por ciento de la rentabilidad que obtenía por operar Metrovías y el Ferrocarril Urquiza. ¿Cómo hacía Romero para pagar medio millón de dólares por mes, más allá del medio millón que juró haber pagado a cambio del decreto para explotar la Hidrovía, y permanecer debajo del radar? ¿En qué contabilidad paralela registró Techint los pagos a Julio De Vido, Claudio Uberti y José María Olazagasti después de la expropiación de Sidor? ¿Era, en el caso de estos empresarios, a partir de la emisión de facturas truchas o servicios ficticios? ¿Cómo hizo el matrimonio Kirchner para aumentar su patrimonio supuestamente en blanco entre 2007 y 2008 un 158 por ciento: de 18 a 46 millones de pesos de la época?
 
En esta telaraña de megacorrupción todavía faltan muchos actores claves. Así como anticipamos la semana pasada que había que poner la lupa en los lugares en donde podían haber guardado el dinero físico y en los vuelos para sacar el dinero al exterior, ahora hay que ir a buscar a los testaferros y a los contadores. Ellos fueron parte del sistema de corrupción con dinero público más escandaloso de la historia de la Argentina. Ellos saben.
 ¿Dónde está la plata?