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Bahía, el boliche que trascendió todo en La Plata y nunca más se pudo igualar Imprimir
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Miércoles, 12 de Septiembre de 2018 22:33
Por Martín Arrua
 
Cuna de los mejores noches de fines de los ’80, las paredes del local de Rogelio Gonzalez atesoran los recuerdos de toda una generación que supo disfrutar la mejor música de la época. El ambicioso proyecto de un grupo de jóvenes bahienses que llegaron a ser los número uno de la noche platense y generaron la envidia de los verdaderos dueños. El escenario que pisaron artistas de primer nivel y la simulación de una playa en pleno centro de la ciudad.
 
Entre 1988 y 1990, los jóvenes de La Plata tuvieron un lugar de referencia poco habitual para saciar su apetito volcánico de un buen sábado por la noche. Calle 57 entre 6 y 7 era un mundo distinto para lo que podían ofrecer otros espacios de la ciudad y una atracción para todos los estudiantes universitarios. Por aquel entonces, un grupo de bahienses tuvo un sueño grande que ni ellos pensaban en cumplir, para trascender y estar en boca, incluso, de los verdaderos dueños de la noche de La Plata.
 
Fabiana Cantilo en el escenario del boliche del Centro de Estudiantes de Bahía Blanca
 
El Centro de Estudiantes de Bahía Blanca funcionaba como un lugar de contención para aquellos jóvenes que provenían del interior bonaerense. Sin embargo, la comisión directiva del año ’87 fue la que decidió hacer una apuesta audaz y realizó una fuerte inversión para alquilar el local donde pudo instalar su boliche. El mismo pertenecía a Rogelio González, un reconocido comerciante de electrodomésticos de la ciudad.
 
 
Si bien es cierto que la institución realizaba peñas en su sede principal, la magnitud de las fiestas organizadas en el boliche de 57 sobrepasó las expectativas de los bahienses más optimistas. El salón era grande y contó con la tecnología apropiada para generar los mejores ambientes festivos. Para ello, los jóvenes realizaron una fuerte inversión en sonido e iluminación, al tiempo que tenían una amplia barra de diez metros de largo, en medio de tantas luces y bailes descontrolados.
 
El local tenía dos pisos. Uno era un pub para servirse comidas rápidas como tostados o hamburguesas y en el fondo estaba la principal atracción. Lo que todos buscaban. El lugar donde se cumplían los sueños y amoríos , donde los jóvenes se congregaban para bailar todos los sábados por la noche, en búsqueda de un solo objetivo: pasarla bien.
 
“Todo era ganancia. Los que estábamos ahí trabajábamos ad honorem y logramos comprar las cinco casas que componen el Centro actualmente”, contó el vocal de fiestas durante la época de esplendor del boliche, Diego Promenzio. “En el ’88 no teníamos subsidios y había 44 becados, se hicieron muchas cosas con lo que se recaudaba. También ayudamos económicamente a que familiares de los chicos puedan realizarse operaciones o estudios médicos”, remarcó.
 
 
Promenzio explicó que dos mil personas se congregaban en el salón de calle 57 para disfrutar de las mejores fiestas temáticas que ofrecía la ciudad. “Tenía una característica única que no vi en ningún otro lugar nocturno”, detalló con un dejo de melancolía. Andrés Calamaro, Los Twist, Fito Paez, Los Fabulosos Cadillacs y otras bandas reconocidas del país ocuparon el escenario principal del boliche bahiense y musicalizaron las mejores noches de fines de los ‘80.
 
ESAS FIESTAS
 
La palabra innovar fue lo que motivó a los organizadores de los eventos de los sábados para romper el esquema tradicional de la noche platense. Para que esto sea posible, semana tras semana, los integrantes del Centro se las rebuscaban para adornar el salón y realizar fiestas temáticas para que los jóvenes puedan disfrutar a su manera.
 
 
Promenzio recuerda y ríe. Parece que fueran hoy esos días de 1987, como si nuevamente estuviera viviendo esa época dorada. Esa que supo darles a los estudiantes universitarios hasta la última gota de sudor para que ellos fueran felices bajo las luces de la noche. “La pasábamos muy bien”, afirma entre carcajadas.
 
Los eventos temáticos iban desde una noche a puro rock nacional, década del ’70 o la recordada “Fiesta de la Playa”. Para aquella oportunidad, los jóvenes bahienses pusieron todo su ingenio a disposición de los feligreses que se acercaron a calle 57. “Llenamos toda la pista principal con arena, para ser precisos fueron 10 centímetros de altura para que parezca una playa de verdad. Después nos fuimos al Bosque a buscar hojas de palmera”, reveló Promenzino y agregó que “al otro día no podíamos terminar de limpiar todo el lugar, no sé cuántos camiones llenamos”.
 
 
Siempre había algo diferente que rompía con el esquema tradicional del resto de los boliches de La Plata. La mayoría de los asistentes eran universitarios, los precios eran económicos y dirigidos al fiel público que desde las 22 se agolpaba en la extensa fila sobre calle 57.
 
LOS SECRETOS DE LA FILA
 
En la actualidad, la noche comienza tarde y es muy normal ir a un boliche a las 2 de la madrugada. En la época de esplendor del boliche del Centro de Estudiantes de Bahía Blanca, era diferente.
 
Los interesados en pasar una noche en la lujosa pista debían acercarse a las 22 para hacer la fila y asegurarse un ingreso dentro de las dos mil personas que dirían presente un sábado en el boliche bahiense. Sin embargo, la casa imponía una condición poco habitual para aquellos años, y la misma no tenía que ver con la vestimenta o el calzado. Los varones debían estar acompañados por una mujer.
 
 
“Fue algo que se nos ocurrió para que esté parejo. En el resto de los bares había cinco tipos y una sola mujer, no nos parecía que eso este bueno”, explicó. “Era cómico ver cómo buscaban una chica para hacer la fila y poder entrar. ¡Las promesas que les hacían!, desde el mejor trago o un lento. Todo valía para no estar solo en la fila y perderse la oportunidad de entrar a la fiesta”, relató.
 
De todas formas, para Promenzio lo más distintivo era que no había un fin de semana que no estuviera lleno. Esos bailes eternos de siete u ocho horas, con un lento sobre el final de la jornada, eran algo único y rompían con la hegemonía naciente del heavy o punk rock de finales de los ’80 y principios de los ’90. En esa línea, confesó que no entraban los varones de pelo largo por esa rivalidad juvenil que existía por aquel entonces.
 
LA CARRETILLA DE PIPO CIPOLLATI Y EL ORQUESTADO FINAL
 
El boliche bahiense no solo tenía los mejores bailes de los fines de semana sino también los recitales de los mejores músicos del momento. Entre los más recordados están las visitas de César Banana Pueyrredón, Los Fabulosos Cadillacs, Fabiana Cantilo, Enanitos Verdes, Palo Pandolfo o Miguel Mateos.
 
Promenzino vuelve a reír y confiesa que “nunca nos imaginamos firmar contratos con esos tipos. Íbamos a la ‘Rock and Pop’ y hablábamos con los representantes para arreglar los shows en nuestros salón, era muy loco”.
 
Pero la noche más recordada fue otra. Un sábado los Los Twist tocaron los clásicos Pensé que se trataba de cieguitos y Jabones flotaradores. Sin embargo, la voz de Pipo Cipollati o los bajas de la banda no fueron lo que quedó en la retina de la comisión directiva del Centro.
 
 
En los camarines de Los Twist, Pipo Cipollati atendió el llamado de su sedienta garganta y decidió pedir una carretilla llena de alcohol. Los bahienses atendieron el llamado de la estrella rockera pero, como si se tratará de una broma, el cantante vació el primer envío y decidió pedir un repuesto. “Nunca vi a alguien que tomará tanto alcohol”, reveló Promenzio.
 
Los años pasaban y ese frenesí de música en vivo, fiestas temáticas, bailes interminables y filas pardas, deleitó a una noche platense que empezó a ver cómo la cuadra de 57 se había convertido en su principal atracción.  Los grandes dueños no toleraron ver cómo ese grupo de jóvenes estudiantes les soplaba a su público y comenzaron a realizar una serie de maniobras para empezar a tumbar al gigante del interior de la provincia de Buenos Aires.
 
 
Primero fueron las clausuras, luego una bomba y la posterior queja del juez Blanco, quien vivía enfrente del lugar. “Nos terminaron cerrando, éramos una verdadera molestia para los que invertían plata fuerte en infraestructura. El tema que siempre estábamos un paso delante del resto”, explicó Promenzio.
 
Si bien es cierto que el final no fue como todos los universitarios deseaban, las fiestas quedaran en la memoria de todos los jóvenes que se acercaron al local de Rogelio Gonzalez. Ese que en sus paredes tenía pintado con pintura rojo la leyenda “Bahía”. Ese que supo ser una playa o el escenario más buscado por los artistas nacional del momento. Hoy funciona como un espacio para descargar los productos de la casa de electrodomésticos pero todos los que una vez ingresaron a ese frenesí o buscaron una pareja para poder entrar, saben que ahí adentro se desarrollaron las mejores fiestas de La Plata.
 
Fuente: 0221.com.ar
  Bahía, el boliche que trascendió todo en La Plata y nunca más se pudo igualar