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Un joven contratista que innova con “sensores” en un cabezal maicero Imprimir
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Miércoles, 25 de Septiembre de 2019 16:04
En Río Cuarto, una familia de contratistas está probando una alternativa interesante para que la cosecha del maíz sea bien precisa.
 
Se llama Joel Principe, es de la zona de Río Cuarto y junto a sus hermanos y padres, Hugo y Adriana componen una empresa familia de contratistas que va por la cuarta generación.
 
"Nos dedicamos a trabajos de cosecha y siembra -explica Joel- y tratamos de superarnos día a día en los resultados que logramos con nuestros equipos. Y a menudo tengo la idea de hacer más descansado el trabajo de cosecha. Es decir, tratar que el operador del equipo conduzca un poco más relajado, con las manos libres para prestar atención a otros menesteres más allá de sostener el volante de la cosechadora. Por ejemplo, descargar la tolva en el acoplado autodescargable, revisar la limpieza del grano que llega a la tolva de la cosechadora, y hasta cebar mate, sin incurrir en errores de manejo.
 
Fundamentalmente, se trata de sensores que trabajan por impacto, ubicados en un par de puntones del cabezal. Estos sensores, al tocar la planta debido a un momentáneo desvío en la dirección de la máquina, envían una orden al volante de la cosechadora para que corrija su rumbo. De esa manera la cosechadora sigue el surco del maíz, en forma correcta.
Los "sensores" van corrigiendo el rumbo para el cabezal maicero siga fielmente la línea del surco.
 
Todo es sin computadora ni señal de satélite, lo que permite que sea un sistema autónomo, que copia fielmente el sembrado.
 
"Lo instalé en el maicero, a manera de un comienzo debido a que este cultivo me ofrece más facilidades que otros para este desarrollo. Pienso en lograr algo similar para la soja y alcanzar prestaciones como las que ofrecen los pilotos automáticos que conocemos en otras operaciones además de la cosecha, como siembra y equipos de uso corriente", destacó Principe.
 
Este desarrollo consta de dos sensores colocados en el cabezal maicero que guían a la máquina para que siga el surco. De manera tal que cuando la cosechadora tiende a desviar su rumbo hacia la izquierda y comienza a tocar plantas, el sistema reacciona virando la dirección de la máquina hacia la derecha. Y al revés, si toca plantas hacia la derecha, vira la máquina hacia la izquierda. 
 
"Es un palpador de plantas trabaja desde un sensor eléctrico ubicado en un puntón del maicero, desde donde parte la orden hacia una caja pequeña, y de allí la misma orden se traduce al motor eléctrico que dirige el volante de la máquina", contó el contratista.
 
La trasmisión es por cable y la cajita es un distribuidor se señal electrónica, sin llegar a ser un procesador o computador. Desde ese distribuidor se regula la intensidad de movimiento del motor de manera que gobierne el volante de acuerdo a la necesidad de la cosechadora. Es decir, el objetivo es que el volante gire con la velocidad y precisión necesarias. La cantidad de hileras del maicero no es relevante.
 
Joel es estudiante del colegio San Ambrosio de su zona y le falta rendir una materia para recibirse de Técnico en producción agropecuaria. "El colegio me abrió la cabeza, me enseñó a pensar, lo demás lo obtuve trabajando en los equipos con mi familia. Ahora planeo hacer un curso de electrónica para continuar mejorando en la empresa. La necesidad te pone objetivos que no se ven hasta que la tarea diaria las impone", señaló.
 
"Este desarrollo tiene de bueno su sencillez, bajo costo y la mejora que implica en el trabajo de cosecha", finalizó Joel.
Un joven contratista que innova con “sensores” en un cabezal maicero