Ud. está aqui:   Inicio Deportes Nacionales

Buscá en el Archivo de MasterNews

Me das cada día máquina Imprimir
Usar puntuación: / 0
MaloBueno 
Martes, 21 de Enero de 2020 13:01
Borré, carta de gol del River puntero, está en su mejor momento. Conocé la historia de sacrificio y perfeccionamiento que hay detrás de su evolución.
 
Empezó como arquero: a los cuatro años, cuando se mudó con su padre a Valledupar, usaba el buzo y los guantes que lucía Óscar Córdoba en la selección Colombia. Después de un tiempo, pasó a ser central. Luego fue mediocampista. Se adelantó cada vez más y terminó como delantero. La vida de Rafael Santos Borré está marcada por la evolución a distintos niveles. La última es la que en Argentina vemos partido a partido: del delantero que llegaba con 21 años y sin cartel a mediados de 2017 a éste de 24 que justifica un apodo de Máquina (se lo puso uno de sus primeros entrenadores en Deportivo Cali) que en un principio parecía quedarle tan grande como la responsabilidad de acompañar a Scocco y ser el reemplazo urgente de un Alario que se había ido de súbito a Alemania.
 
Ese primer Borré tuvo que saltar a la cancha de entrada, contra los planes del propio Gallardo, y se notó que no estaba del todo preparado para hacerlo: errático, a contramano del equipo y del ritmo del fútbol argentino, con muchísimos más offsides que goles. Por algo empezaba 2018 como el cuarto delantero del plantel, bien por detrás de Scocco, del recién llegado Pratto y el recuperado Mora. Hoy, en cambio, es por lejos el primero de todos. Hoy los niños imitan su festejo de comandante que ya es marca registrada y que de alguna manera homenajea a su tío, que fue militar.
Como alguna vez hizo con el Pity Martínez o con Casco, como recientemente ocurrió con De La Cruz y como espera que suceda con, por ejemplo, Carrascal, Gallardo tuvo con Borré la paciencia que no tenían muchos hinchas. Y el colombiano no se desanimó: trabajó para perfeccionarse en silencio, cuando nadie lo veía, empezó a asistir después de hora a un centro de entrenamiento especial (Ácumen) para mejorar su atención, habilidades visuales, cognitivas, eficacia de movimientos y hasta el manejo del stress y la presión. En su casa, con su pareja Ana Caicedo como soporte, pasó horas y horas analizando sus propias jugadas, resoluciones alternativas y hasta con la teatralización del propio Borré de las situaciones. Físicamente también se notó su evolución: se lo ve mucho más armado que en aquellos comienzos de mediados de 2017.
 
En este equipo, RSB no puede faltar. Siempre está: progresivamente se hizo goleador y es, con Silvio Romero, el top scorer de la actual Superliga (desde Cavenaghi en 2002 que River no tiene un jugador al tope de la tabla de artilleros al final de un campeonato local) y ya es el tercer futbolista (por ahora con el Pity) con más gritos en la era Gallardo detrás de Alario y Scocco. Pero las estadísticas no muestran los ítems más valorados por el Muñeco. Por un lado -más que la cantidad- la calidad de sus goles: no suelen decorar goleadas, no son de relleno. Borré ya anotó contra todos los grandes y en las últimas dos Copas Libertadores sus gritos fueron clave en casi todas las series mano a mano. Desde que se destapó a mediados de 2018, en aquella Copa mojó en las vueltas de octavos de final con Racing, cuartos con Independiente y semis contra Gremio: en Madrid se quedó con las ganas por su amarilla en la Bombonera. Y en la edición 2019 definió la serie de penales con Cruzeiro en octavos, se anotó desde los 12 pasos en los cuartos con Cerro Porteño y las semis con Boca y también abrió la fallida final con Flamengo.
 
Los fríos números de goleo tampoco reflejan el sacrificio que hace para ser el primer defensor y para desgastar a los centrales rivales: para Gallardo, absolutamente esencial. Papá Noel, de la mano de su novia y su familia, le trajo un museo con sus medallas, camisetas y trofeos. “Le falta la Superliga”, le dijo a Olé hace pocos días. Y él es una de las principales razones por las que River puede ilusionarse con ganarla.
 
LOS GOLES DE BORRE 

  Me das cada día máquina