Renunciar a la reelección: la encrucijada que Macri enfrentará en cuestión de días Imprimir
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Domingo, 21 de Abril de 2019 12:08
Por Ernesto Tenembaum
 
Desde hace muchos meses, una pregunta terrible está instalada en los sectores de poder de la Argentina. Dado que la situación financiera es tan precaria y frágil, ¿qué pasaría el día en que se difundiera una encuesta en la que Cristina Kirchner superara por una diferencia sensible a Mauricio Macri? 
 
El diagnóstico dominante sostenía que solo ese dato produciría una nueva corrida cambiaria por la habitual tendencia de los inversores a refugiarse en el dólar o a fugar divisas ante cualquier hecho que los angustiara. Ese día llegó. El miércoles por la tarde se conoció un trabajo de la encuestadora oficial Isonomía, según el cual Cristina vencería a Macri en un ballotage por una diferencia de 9 puntos. Inmediatamente, las acciones argentinas cayeron violentamente. El riesgo país trepó hacia un nuevo record. La semana que comienza mañana será clave para conocer los efectos de esa encuesta sobre el tipo de cambio, con todo lo que eso significa.
 
La encuesta de Isonomía fue el último elemento de una tormenta más que enfrenta estos días el gobierno de Mauricio Macri. Otro número marcó fuertemente la semana corta: el 4,7 por ciento de inflación que hubo en el mes de marzo. El Presidente había dicho en febrero que la inflación estaba bajando. No ha ocurrido eso. Ahora dijo que estamos en "un pico", lo que sugiere una vez más que el futuro mejorara las condiciones. Lo ha prometido tantas veces que, naturalmente, cada uno de esos augurios genera más escepticismo. En el medio, el Gobierno articuló un plan de contención de precios que es muy difícil de entender. Abarca solo a 60 productos. A la mayoría de ellos se les aplica un fuerte aumento previo. Si sale bien, la magnitud del alivio será muy pequeña. Pero, además, puede generar remarcaciones en los productos que no están dentro de la nómina y un fuerte desabastecimiento de los que mantengan precios relativamente bajos.
 
En este contexto, tiene sentido que las encuestas empiecen a reflejar, cada vez con mayor consenso, que Macri perderá las elecciones. Hace muchos años, Theodore White, uno de los maestros del analisis político norteamericano, escribió un libro sobre el ascenso del conservador Ronald Reagan al poder. Reagan había derrotado al demócrata Jimmy Carter, tal vez uno de los presidentes más morales que hayan tenido los Estados Unidos. El factor clave para explicar esa derrota se resumía en una palabra: inflación. La inflación, decía White, cambia todo. Impide pensar en el futuro. Obliga a resignar bienestar. Instala una sensación de derrota social. Y, sobre todo, trastoca los valores: una sociedad está dispuesta a votar a cualquiera que reemplace a quien aparece como el responsable del problema. Eso le ocurrió a Carter. Eso le sucedió, en la Argentina, a Raúl Alfonsín. Y eso está a punto de sucederle a Mauricio Macri. Hay ejemplos históricos mucho más espantosos sobre lo que puede votar una sociedad cuando es afectada por estos problemas.
 
Los números de Isonomía son los más duros que se han conocido. El resto de las encuestadoras tienen números más moderados. Pero en todas ellas se verifican dos elementos concurrentes: Cristina hoy le gana un ballotage a Macri y la imagen del Gobierno cae, y fuerte, en cada uno de los tracking diarios.  La tendencia es peor aun que la foto. Las encuestas que indagan sobre la imagen presidencial arrojan resultados negativos que baten records en la serie histórica desde el 2002. Lo mismo ocurre con los prestigiosos índices de confianza del consumidor y de confianza en el Gobierno.  En cada elección provincial, los candidatos del Gobierno caen estrepitosamente. No hay ningún dato que, en estos días, lleven paz a la Casa Rosada, salvo uno: aun con la candidatura de Macri, entre un cuarto y un tercio de los argentinos piensan en votarlo. Si se une la línea de puntos y se la proyecta hacia el diez de diciembre, el escenario más probable es que ese día la ex presidenta recupere el bastón que se negó a entregar en mano.
 
 
Todo este contexto ha generado, naturalmente, mucha ansiedad dentro de Cambiemos. Dirigentes del más alto nivel -desde ministros hasta integrantes de la mesa chica, desde gobernadores hasta interlocutores habituales del Presidente- han empezado a presionar para que Mauricio Macri revise su decisión de presentarse en las inminentes elecciones presidenciales. El principal enemigo de esta alternativa no es solo la testarudez de Macri, que existe, sino una cuestión de índole psicológica: su equipo se aferra a una cosmovisión que, como mínimo, se ha resquebrajado.
 
Durante el último lustro, la conducción del macrismo se nutrió de una percepción que, siempre, se demostró correcta. Esa percepción sostenía que Macri y Cristina, hicieran lo que hicieran, serían respaldados por un tercio de la población. Esa base generaba una dinámica por la cual, finalmente, la elección se definiría entre ellos dos. Como la sociedad argentina manifestaba una decisión sostenida y mayoritaria de alejar a Cristina del poder, eso finalmente producía una victoria de Macri. Por eso, las encuestas siempre fueron sesgadas en contra de Macri, porque muchas de las personas que lo votaban aparecían al final, motivados por el rechazo a Cristina.
 
Contra la cada vez más contundente evidencia de los números, en la Casa Rosada aun no se ha abandonado ese análisis, que les ha dado tantas satisfacciones. Pero además, existe la ilusión de que, pese a las turbulencias, la economía esté al borde de empezar a dar vuelta la página: el ancla del dólar y las tarifas bajaría la inflación, el aumento de jubilaciones y AUH revitalizaría el consumo y eso ubicaría las cosas donde deben estar.
 
El problema es que ahora hay datos que son peores que en cualquier otro momento. Es prácticamente imposible encontrar en la historia un antecedente en el cual un Presidente con estos números en una economía con estos números pueda ganar una elección. Los números de Isonomía reflejan otra obviedad. Cristina Kirchner sigue liderando al sector social que la sigue. El liderazgo de Macri, en cambio, se ha transformado en raquítico. ¿Que pasa en cualquier elección en la que, de un lado, hay un líder y del otro no lo hay?
 
Naturalmente, quienes promueven una estategia alternativa postulan la candidatura presidencial de María Eugenia Vidal quien, pese a todos los problemas que genera el Gobierno nacional, sigue en una situación de cierta ventaja respecto de Cristina Kirchner. El corrimiento de Macri podría generar un replanteo general de la coalición que derrotó al kirchnerismo varias veces desde el 2007. Por falta de voluntad o porque sus números alejan a cualquiera, Macri no está en condiciones de incorporar a nuevos sectores. Vidal, en cambio, podría tender lazos, como lo hizo en la provincia de Buenos Aires, con figuras heterodoxas: desde Martín Lousteau hasta dirigentes del peronismo alternativo y defender un acercamiento más humano y sensato en el manejo de la economía.
 
Hay, además, un costado económico en ese planteo. Los malos números de Macri producen inestabilidad financiera, y eso debilita aun más a Macri, lo que produce más inestabilidad financiera y así, en un circuito sin fin. Si hubiera otro candidato que aparece como ganador, podría romper ese círculo vicioso y tener alguna chance más.
 
Algunas personas creen que es imposible que eso ocurra y tal vez tengan razón. Sin embargo, en cuestiones electorales Macri ha sido menos terco que en la gestión económica. La demostración más categórica de ello ocurrió en 2011 cuando, ante los números de Cristina, decidió posponer su ambición presidencial. Esa flexibilidad ha generado que los razonamientos de los disidentes hayan comenzado a ser escuchados en la Casa Rosada. La inflación, como decía White, cambia todo. Macri había jurado nunca imponer retenciones. Se había manifestado en contra de cualquier intervención del Estado en los precios de la economía. También retrocedió Había sostenido que no moderaría el cronograma de aumentos de tarifas. El nuevo dogma es que su candidatura presidencial es inamovible.  En las próximas semanas se verá cuánto resiste ese último bastión.
 
El lanzamiento de una candidatura alternativa no garantiza nada al oficialismo, pero cualquiera puede imaginar que una elección entre Cristina y María Eugenia dividiría a la sociedad en porciones más parejas. Cuando el Presidente se quede solo con su almohada, tarde o temprano, deberá pensar si prefiere vivir en un país gobernado por Cristina Kirchner o por María Eugenia Vidal, ya que la posibilidad de que haya uno gobernado por él mismo se aleja cada vez más.
 
Una semana difícil, otra más, comienza mañana, y no solo para Macri.
 
Todavía falta lo mejor.
 
 
 
 
 
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