Copapá por siempre Imprimir
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Jueves, 24 de Octubre de 2019 09:11
Nunca antes en la historia hubo tanta paternidad entre River y Boca en la Copa. Con el Muñeco pasó al frente en la Libertadores y profundizó la diferencia en cruces: 13 a 5.
 
Se sabe: ningún ser más trastornado que los entrenadores de fútbol. Ahí está Bielsa, por ejemplo, un loco de mierda. Se encierra en su laboratorio a mirar quinientos mil videos por día, sabe con qué parietal cabecea el 4 del Chibuto de la Liga de Mozambique, te cae con la joggineta -hermoso- a la cena de gala de los 100 años del Leeds. Pero sepan que Gallardo está peor. Mucho peor. 
La felicidad del Muñeco tras la clasificación 
 
Bielsa ya trabaja de loco. Se puso ese traje, se compró ese personaje y actúa en consecuencia. Uno lo ve hablar, callar, caminar, gesticular, y dice, sin dudar, a este tipo le faltan un par de jugadores. Gallardo es otra cosa, tanto más grave. Porque aparenta ser normal, finge ser normal, actúa como tal. Las manos en los bolsillos al costado del campo, algún caramelo, un café o tecito de jengibre, quizás manzanilla. No va y viene por el corralito como un enajenado. No lo ves y decís este tipo está chiflado. No te das cuenta. Y ahí radica su peligrosidad. Porque en el fondo está completamente loco. Vos, yo, cualquier hija de vecina, ¿hace cuánto tiempo ya que nos hubiéramos ido de River? En 2015, por ejemplo.Gallardo elimina a Boca de la Sudamericana y después la gana, esa Copa la gana; elimina a Boca de la Libertadores y después la gana, esa otra Copa también la gana. ¿Quién, en su sano juicio, no se habría dado por satisfecho? ¿Quién no habría dicho ramonianamente 'ta luego, muchachos?Porque vos, yo, cualquier hija de vecina, ganamos un partido de Play, truco, Tute Cabrero, Fortnite, y la revancha te la doy en el 2025, o qué te pensás, mirá si voy a ser tan gil de volver a jugarte. Este demente, no. Arriesga. Vuelve a apostar, pone sus títulos en juego. No sale de ahí, Maravilla. Enseña la cara, no especula. Porque si no se fue en 2015, el 2018 fue un gran momento para dar las hurras. Final de la Libertadores. Bernabéu. ¿Qué más? 3-1 con gol en el epílogo del Pity. Corrida memorable. Molinete cósmico. ¿Qué ser razonable, lógico, ecuánime, sensato, después de semejante logro, se queda? ¿A qué? Hay que estar muy trastornado como para seguir en esta picadora de carne y darle la oportunidad al rival de toda la vida de cruzártelo otra vez.
Elimina a Boca en plena Bombonera. Si algo le faltaba, era eso...
 
Sin embargo, da la sensación de queGallardo disfruta de ese andar por la cornisa. No parece conocer el miedo, los límites, ciertas fobias.Vos, yo, cualquier hija de vecina, pensamos que basta con pisar una de las líneas de la vereda para desatar una catástrofe planetaria. Vos, yo, cualquier hija de vecina, antes de salir de casa revisamos una, dos, tres veces, que la plancha esté desenchufada, el gas cerrado, la puerta con llave. Gallardo, tranquilo, le retuerce la cola al tigre, mete la cabeza en la boca del león, le moja la oreja a Tyson, juega a la ruleta rusa contra Boca, dándole la oportunidad una y otra vez. Y, así, ha construido la mayor paternidad de la historia. Porque nunca antes hubo tanta superioridad en clásicos, nunca tanta diferencia (cinco al hilo) en partidos tan decisivos, para la Historia. El glorioso Boca de Bianchi se cargó a River en el 2000 y 2004.Pero River, con este perturbado en el banco, se cargó a Boca en Sudamericana, Supercopa Argentina, octavos, semi y final de Libertadores.Y se lo cargó en el Monumental, en La Boca, en Mendoza, en Europa; jugando bien o jugando mal; defendiendo con cuatro y defendiendo con cinco; con los cuatro gordos de traje y sin los cuatro gordos de traje; con arbitrajes de Trucco, Delfino, Loustau, el chileno Tobar, el uruguayo Cunha, los brasileños Claus y Sampaio; con VAR y sin VAR; con Panadero y sin Panadero; en distintos escenarios, con distintos árbitros, contra distintos técnicos y ante diferentes planteos, el final, siempre, fue el mismo.
Saludo al final con sus jugadores. Sigue haciendo historia.
 
A cualquier ser, el miedo de arriesgar algo, aunque sea alguito de lo logrado, lo empuja a irse, tomarse el palo, dejar la fiesta a las 4 de la mañana después del carnaval carioca. Gallardo la estira. Se queda. En su universo, ese miedo a perder -que a cualquiera nos hubiera privado de seguir ganando- no existe.Por eso ahí anda sin necesidad de irse a ningún lado a recuperar su vida. Porque su vida está acá, ahí, en River.
Copapá por siempre