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Sábado, 23 de Enero de 2010 13:11

América, enero de 2010
 


Parecía tan lejano y ya estamos en el año del centenario de nuestra Patria chica, esto me lleva a recordar… los dichos de mis abuelos inmigrantes españoles como seguramente tus abuelos, sus abuelos. Llegaron aquí en el año 1913, todo por hacer, tal vez no pudieron elegir su destino sino que lo fueron generando. Parece que escucho a mi abuela decir: “si yo hubiera sabido que no volvía a ver a mi familia, no hubiera venido…”, no tenían ni idea lo lejos que estaba Argentina cuando salieron del puerto de Barcelona. Se imaginan los barcos de hace tantos años atrás? La cantidad de días que estuvieron navegando, la aventura de cruzar el estrecho de Gibraltar cuyas aguas se revolucionan encontrándose las del mar Mediterráneo y el océano Atlántico, desde éste momento hasta el puerto de Buenos Aires mi abuela permaneció en el camarote dado que la navegación le producía mareos. Que interminable éste viaje! pero llegaron hasta aquí, trabajaron en el campo en forma ininterrumpida de sol a sol, (como decimos ahora full-time) el hombre en tareas rurales y la mujer tareas domésticas y cocinando para todas las personas que trabajaban en el campo. Pasado el tiempo, cuando nos reuníamos en el corredor de su casa se acordaban que al otro día de haber dado a luz a su hijo, tenía que cocinar guiso de oveja para todos. No sé si su meta sería llegar tan lejos para trabajar tanto, pero así lo hicieron y nunca una protesta, un reproche, en cuanto a la tarea realizada durante años. Formaron una familia cuyo fin, tal vez sin darse cuenta, era trabajar y el respeto por los demás fue una constante en ellos.
Mi abuela falleció a temprana edad, con sus huesos deformados por haber realizado esfuerzos indebidos, pero en el cielo la esperaban dos de sus hijos, es de entender que se fuera mas temprano.
De España no trajeron nada mas que ilusiones y un poco de ropa, en lo material lograron ser propietarios de una quinta muy pequeña, pero muy productiva, a raíz de la labor sin pausa que todos realizaban. Una casa en el pueblo, de cuyo corredor hago mención, aún me parece ver los ojos húmedos de mi abuelo relatando escenas de la guerra, “estábamos comiendo, se escucha una balaceada y el resultado era: las ollas todas agujereadas y el compañero muerto”.
Mi abuelo vivió con nosotros, falleció a los 87 años, nunca estuvo enfermo, leía el periódico sin anteojos, y se fue apagando, desgastado físicamente pero con la convicción de haberlo dado todo.
Mis hijos también tuvieron la oportunidad de convivir con su abuela, mi experiencia fue favorable, muy rica en consejos, vivencias, respeto por sobre todas las cosas; creo que para ellos repercutió de la misma manera.
Ahora en el 2010, después de todo lo vivido, de todo lo recordado, de todo lo escuchado de las anteriores generaciones, ¿no tendríamos que volver a las raíces y que la cultura del trabajo y el respeto por los demás, sea una constante en nosotros? Aunemos esfuerzos y que el Centenario nos encuentre con las mismas ganas que los inmigrantes trajeron a Rivadavia, desde los distintos lugares del mundo.
 

María Elena Rodríguez
DNI 10310440

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