El dia que Adhemar Vigetti le ganó a Bobby Fischer Imprimir
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Martes, 27 de Marzo de 2018 07:04
Por Jorge Pablo Rosolen
 
El Ford Falcon atraviesa la noche pampeana a toda velocidad...
 
...Con las primeras luces del día el desierto se comienza a perder en el horizonte tenue, monótono. El conductor fuma, en la radio se escucha un tango en la única estación que capta el dial mientras el tiempo transcurre exasperadamente lento y el espacio se esfuma pero vuelve; cambia la cinta asfáltica debajo del auto, el resto del espacio pasa y vuelve, igual.
 
El desierto se retroalimenta.
 
Al medio día cree que va a estar llegando a Neuquén. El plan es alojarse en el hotel de siempre, almorzar, visitar algún cliente y descansar. Mañana es el gran día, el verdadero motivo del viaje, mañana se sentará ante un tablero de ajedrez y enfrentará a la leyenda que todavía no lo es pero lo será. Mañana del otro lado del tablero Adhemar Vigetti, de profesión viajante de comercio, tendrá de rival a Bobby Fischer, el mejor jugador de la historia; mañana Adhemar será leyenda.
 
Estamos en 1971 y el mundo es absolutamente bipolar.
 
Los EEUU y URSS están en plena guerra fría.
 
Los soviéticos dominan el juego de ajedrez. Boris Spassky es el rey, pero una nueva estrella ha aparecido en el firmamento de los trebejos; Bobby Fischer genio en ascenso, acaba de jugar el Torneo Candidatura previo al match por el campeonato del mundo que se jugará en abril de 1972 y ha barrido al danés Larsen y al soviético Taimanov, ambos por 6 a 0. El último obstáculo es el armenio-soviético Tigran Petrossian con el que jugará en Buenos Aires. El ganador será el retador al título. El 30 de setiembre comienza el lance y el 26 de octubre concluirá el match pactado a 12 juegos. La serie la ganará Robert James “Bobby” Fischer por 6 ½ a 2 ½, terminando así juego y, junto con él, la carrera ajedrecística de Tigran “la Boa” Petrossian. Ajedrez y política siempre ha sido una mala combinación para un soviético perdedor.
 
Buenos Aires es en ese momento el centro de la atención mundial. El match se desarrolla a sala llena. La prensa local e internacional le prestan atención central a lo que ocurre en el teatro San Martin.
 
Fischer es un personaje excéntrico, un genio de 28 años que le gusta comer bifes y quiere quedarse a vivir en Argentina; le pide al Ministro Manrique u$s1.000 mensuales, casa y comida y, mientras le da tiempo al gobierno para que piense su propuesta, sale de gira por el interior del país a jugar partidas simultaneas. 
 
“La primera semana de noviembre de 1971 estaba en Neuquén trabajando y leo en el diario local que Fischer viene a fin de mes a jugar simultaneas a la ciudad. Me acerco al club “Jaque mate” al que iba en cada visita a la ciudad a jugar alguna partida y en el que me conocen bien, y me anoté para jugar las simultáneas. Tuve la suerte de que no había muchos jugadores de nivel en la zona y yo siempre me entreveraba con los mejores lo que me permitió que aceptaran mi inscripción para jugar”. Cuenta Adhemar en una mesa de café varios años después. “No era común que viaje dos veces en el mismo mes a Neuquén, es una buena plaza para vender pero no para esa frecuencia, igualmente me organicé para estar el 26 de noviembre en la ciudad. El objetivo era jugar al ajedrez con Fischer. El 27 era el día señalado…”
 
“Opté por la variante Najdorf a la Siciliana. Comencé bien, la apertura fue equilibrada. Éramos nueve tableros y eso me daba tiempo ya que tardaba un rato en volver. Cuando llegamos al medio juego diría que estaba bien, con una leve ventaja para él, y de repente acepta un intercambio en donde pierde calidad, intercambia torre por caballo. Sigue la partida y ese intercambio favorable me fortalece cada vez mas, el problema es que le viene ganando a todos y cada vez vuelve mas rápido .Una partida termina en tablas y entonces quedamos solo dos jugadores con Fischer. La gente se viene encima de los dos tableros, en el otro un chico jovencito parece que le está haciendo fuerza también, el público murmura y eso me pone nervioso; no quiero desconcentrarme, ¡estoy jugando mano a mano con Bobby Fischer y creo que voy ganando”!. En un momento quedamos dos torres a una a favor mío y sé que para ganar necesito darle continuidad a mi juego. Los nervios me superar, tengo que ir al baño. Cierro la puerta del baño y por detrás de mío entra un joven de barba:
 
-No se ponga nervioso y escuche lo que tengo que decirle-Me dice acercándose- Usted tiene la partida ganada, el problema es que el otro joven que está enfrentando a Bobby también, y Bobby no puede perder dos partidas… -¿Usted quién es?, ¿Qué me está pidiendo? 
 
-Miré, ahora cuando salga de acá le va a pedir tablas, son pocos los humanos que pueden hacer tablas con Fischer, eso le debería alcanzar… 
 
-¿Y si me niego?
 
-Nadie se niega a un pedido de la CIA… Me quedé helado, ¿la CIA?.
 
-¿Cómo la CIA?, usted habla perfecto castellano.. 
 
-Puedo hablarle en otros nueve idiomas si lo prefiere, todos como un nativo.
 
Ahí mi resistencia se desmoronó. Lo observé con mas atención por primera vez,; era un hombre joven, de barba, un metro noventa y se le notaba la musculatura debajo del traje azul, impersonal, como en las películas. -Ok. Dije-Y me dirigí a la puerta. El hombre me bloquea el paso, apoya su mano en la puerta, me mira fijo unos cinco segundos que me parecieron años, se corre a un costado y abre la puerta para que yo pase
 
Cuando me siento nuevamente frente al tablero, noto que habían pasado escasos cinco minutos, y para mí era como si hubiera pasado una hora. En el tablero N°1 hay mucho revuelo, parece que el jugador local está muy bien. Miro mi tablero y me doy cuenta que estoy a tres, cuatro movidas de ganar. Fischer se acerca, miro al costado donde está el agente de la CIA que me mira como distraído, me levanto y digo: 
 
-Stalemate, Mr. Fischer? 
 
Robert James Fischer, me mira como no entendiendo, un joven que está a su lado me pregunta si estoy proponiendo tablas, contesto que sí; Fischer tuerce la cabeza hacia la derecha, mira el tablero, vuelve a mirarme y dice…
 
-Ok. 
 
Me extiende su mano y cuando nos damos el apretón se queda un segundo de mas mirándome, como no entendiendo…
 
Se da vuelta y se va hacia el tablero número uno 
 
Rápidamente me voy esquivando los saludos y las preguntas de por qué ofrecí tablas, si “parecía que estabas en una posición ventajosa”, me dice el mozo de “Jaque Mate”. 
 
De regreso al hotel subo a ducharme rápidamente, quiero bajar a cenar en seguida, preparar mi bolso y aprestarme a salir a la madrugada de Neuquén.
 
Cuando bajo a comer me encuentro con que Fischer y su gente están cenando en el restaurant del hotel. Me dirijo hacia el fondo, a una mesa con poca luz para pasar desapercibido. A los pocos minutos se acerca alguien del grupo de Fischer a mi mesa, lo reconozco, es Miguel Quinteros, un joven maestro argentino, amigo de Fischer y artífice de la presencia del gran campeón en el país. Me dice:
 
-¿puedo sentarme?
 
-Si, por favor… 
 
-Estábamos cenando y lo vimos entrar, Bobby me dijo “ese hombre me ganó, aunque me ofreció tablas me gano, quiero saber por qué”. Por eso estoy acá, para preguntarle. Bobby es muy tímido para hacerlo él. Lo miré, a ver si me estaba estudiando si yo era capaz de denunciar lo que había pasado, pero estaba imperturbable, no daba señales de nada. 
 
-Mire, Quinteros, se quién es usted y no sé qué pretende que le diga pero le voy a contar… Y le conté toda la historia del baño. El joven me escuchaba sin hacer un gesto, cuando terminé me dice.
 
-Mire señor… 
 
-Vigetti, Adhemar Vigetti.
 
-Mire señor Vigetti, lo que usted me cuenta es muy extraño, Bobby es alguien muy especial, casi un anarquista le diría… No tiene y no quiere tener ningún tipo de relación con el gobierno de su país, se siente usado por la coyuntura política. Si es verdad lo que usted me dice, él no tiene nada que ver. No sé qué creer de lo que usted me cuenta. Buenas noches. 
 
Se levantó y se fue a la mesa del americano. Yo quedé descolocado pero después de semejante día no volví a levantar la cabeza, quería dar por concluido el episodio y me dediqué a terminar mi cena. Ya estaba en el café cuando la mesa de Fischer se levanta, estamos ellos y yo solamente en el salón, el resto de los comensales ya se han ido. Sus acompañantes se dirigen hacia la puerta, solo quedan parados Fischer y Quinteros, de repente alguien de su grupo vuelve con algo en la mano, se lo entrega al americano, este se da vuelta hacia mi mesa y camina junto a Quinteros hacia mí. No digo que no me puso nervioso, pero la curiosidad pudo mas, levanto la vista y los tengo a los dos frente a mi mesa. Fischer tiene en su mano un tablero de ajedrez y la caja de los trebejos. Me mira y me dice.
 
-you play?-Mostrándome sus manos Me quedo absorto, la mandíbula seguramente se me cae y atino a un: 
 
-Yes…- atorándome con el café.
 
-A Bobby no hay nada que le guste mas que jugar ajedrez, tomar wisky y fumar cigarrillos en un lugar tranquilo, con alguien a quien respete. El problema es que el horario nunca es problema, las veladas se extienden… ¿es problema eso para usted Vigetti?-Me dice Quinteros 
 
-Ninguno-contesté en un hilo de voz. Se sienten y tratando de recomponerme me di vuelta, llamé al mozo y le dije:
 
-Una botella de Chivas y dos ceniceros grandes por favor… y mucho hielo”
 
Lo que ocurrió a continuación es otra historia…
 
El dia que Adhemar Vigetti le ganó a Bobby Fischer