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La inflación descuidada Imprimir
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Lunes, 19 de Enero de 2015 16:14

Aunque es de suponer que a esta altura Axel Kicillof entiende muy bien que la inflación se debe a algo más que la codicia de comerciantes insaciables, el Ministerio de Economía del cual es titular acaba de poner en marcha la quinta etapa del plan Precios Cuidados. A la lista de 380 productos que figuraban en las versiones anteriores, se han agregado quince más, entre ellos cerveza en lata, miel, hojas de afeitar, lustramuebles, edulcorante y papel higiénico.

 ¿Significa que el gobierno está resuelto a defender el bolsillo de los argentinos? Claro que no. Si bien los controles pueden beneficiar pasajeramente a algunos consumidores, Precios Cuidados es sólo una campaña propagandística destinada a hacer creer que el gobierno nacional y popular está luchando codo a codo con la gente en la batalla diaria contra los presuntamente resueltos a esquilmarla. Por estar tan difundida la convicción de que en última instancia los culpables de los aumentos de precios tienen forzosamente que ser los almaceneros y los dueños de los supermercados, programas como Precios Cuidados sirven para que el gobierno no pague todos los costos políticos de la inflación que ha generado pero, de más está decirlo, no contribuyen en absoluto a frenarla. Por el contrario, al reducir la presión sobre el gobierno, le permiten seguir negándose a tomar las medidas antipáticas necesarias para eliminar el flagelo.

Si los controles de precios, pactos sociales, acuerdos con grupos de mayoristas y supermercadistas, la movilización de militantes cuidadosos y así por el estilo resultaran suficientes como para poner fin a la inflación, ningún país la sufriría por mucho tiempo. Por ser cuestión de un problema político, cuando no policial, todos los gobiernos lo solucionarían mediante decretazos, de tal modo no sólo restaurando cierta estabilidad en la economía sino también congraciándose con buena parte de la ciudadanía. Pero, claro está, luchar contra la inflación es mucho menos sencillo de lo que los esforzados funcionarios kirchneristas parecen creer, razón por la cual casi todos los gobiernos se animan a ordenar "ajustes" dolorosos si la tasa anual amenaza con superar el 5% por entender que cualquier alternativa sería peor.

Es lo que está haciendo la presidenta brasileña Dilma Rousseff que, asustada por el aumento del 6,41% que se registró el año pasado, ha optado por comenzar su segunda gestión "enfriando" la economía, con la esperanza de lograr dominar la inflación antes de que se haya agotado su capital político. Es probable que, al iniciar su gestión, la emule el uruguayo Tabaré Vázquez, puesto que su país, afectado por las vicisitudes de nuestra economía, ostenta una tasa anual superior al 8%. Según las pautas internacionales, Brasil y Uruguay corren peligro de verse atrapados en una espiral inflacionaria, pero, huelga decirlo, los problemas que afrontan son menores en comparación con los enfrentados por los dos "hermanos" regionales populistas, la Argentina y Venezuela, en que gobiernos que se enorgullecen de su irresponsabilidad principista o, si se prefiere, su heterodoxia militante se las han arreglado para ubicar a sus países respectivos a la puertas de la hiperinflación.

En Venezuela, donde la tasa anual de inflación se acerca al 70%, la situación se ha hecho tan mala que al gobierno del presidente Nicolás Maduro no se le ocurrió nada mejor que la militarización de los supermercados para impedir que los deseosos de conseguir los bienes que desesperadamente necesitan provoquen desbordes. Por fortuna, no parece demasiado probable que la sexta o séptima etapa de Precios Cuidados suponga la participación de militares bien armados, lo que sería lógico desde el punto de vista de quienes atribuyen la inflación a la falta de voluntad de las autoridades políticas. Sea como fuere, mientras que la economía de Venezuela, privada del torrente de dinero fácil aportado por la venta de petróleo, está hundiéndose en el caos, la mayoría de los expertos cree que la nuestra logrará mantenerse intacta hasta culminar la transición, después de la cual el gobierno que surja de las elecciones tendrá que optar entre tratar de convivir con una tasa de inflación sumamente alta y, por mucho que le duela, hacer cuanto sea preciso para ahorrarnos un futuro que se parezca al presente venezolano.
 

La inflación descuidada