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Carlos Manzoni: Yo nací en Colonia Seré Imprimir
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Lunes, 24 de Septiembre de 2018 21:37
El periodista de Colonia Seré esta desarrollando su carrera con éxito en televisión y gráfica pero además es un gran escritor y narrador de historias de su pueblo, fue entrevistado por la web areaurbana.com y contó como fue su vida mientras vivió en la localidad y cual es el contacto que tiene actualmente con sus familiares y amigos.
 
-¿Cómo llega la familia Manzoni a Colonia Seré?
 
-Mi tatarabuelo, Juan Manzoni, llegó desde Italia al puerto de Montevideo, Uruguay. Después se mudó al departamento de Canelones. Ahí nació en 1892 mi bisabuelo, Félix Manzoni.  Gente de campo, ruda y trabajadora, no era mucho de hacer papeleos, así que siempre la rama Manzoni (justamente) fue la más difusa de mi árbol genealógico. Para principios de siglo XX llegaron a Seré y se instalaron en un pequeña quinta al sur de las vías del Ferrocarril Sarmiento. Es como si la historia empezara con ese bisabuelo Félix, al que tuve la suerte de conocer. Por supuesto, que sé que los primeros Manzoni vinieron de Calabria, Italia; pero a mí me gusta fantasear con la idea de que en el algún punto tenemos un porcentaje de la sangre del gran Alessandro Manzoni, uno de los mejores escritores italianos, que nació en Milán y que escribió, entre otras cosas, “Los novios”. Volviendo al abuelo Félix, puedo contar que era Molinero y que se casó allá por la década del 20 con Antonia Rodríguez. De ellos nacieron mi abuelo, Emilio Ernersto, y Félix Gilberto. Emilio se casó a su vez con Yolanda Cipolla (otra familia tana, pero llegada de Sicilia). Ellos dos, con los que me crié y fueron como mis segundos padres, tuvieron a Daniel, mi papá, y Adolfo (Dolfy). Daniel se casó con María Inés González (obviamente, de familia gallega, con madre de apellido Rivas), y de esa unión nació quien escribe estas líneas: Carlos Daniel Manzoni, que vivió en Colonia Seré hasta los 17 años.
 
-¿Cómo recordás los primeros años allí?
 
-Recuerdo la felicidad pura de criarme con total libertad, corriendo, andando en bicicleta y jugando a la bolita en esas calles de tierra en la que todos se saludaban. Seré era un mundo aparte. Tengo presentes los mates con los abuelos y los “entrenamientos” de arquero que tenía con mi viejo. Me acuerdo de esas tardes veraniegas, de siesta (no dormida) y calor, en las que salía con una rama a la calle a cazar las miles y miles de mariposas que formaban nubes en el aire (nunca más volví a ver ese fenómeno). También el “olor a circo” que había en el terreno que estaba en frente de casa cada vez que una compañía de esas visitaba el pueblo y se quedaba por un mes por lo menos. Además, tengo presente el bullicio de la gente grande de Seré trabajando, pero también entreverándose con los más chicos en pucheros de bolitas o en picaditos de fútbol. Y dejo para lo último a mi amor eterno: la pelota. Recuerdo que dormía con una número cinco (con gajos de los viejos) al lado de la cama, al otro día me levantaba temprano y salía con ella al pie a recorrer calles y canchitas (había varias improvisadas en Seré). Jugábamos a la pelota a toda hora, en la calle, como dije, usando como arcos los árboles de las veredas o poniendo dos buzos (complicado el tema de determinar cuándo una bola se iba alta, jaja). Cuando ya no daba más la luz del día, seguíamos jugando a tientas, casi sin ver nada. Y cuando ya la oscuridad era total, improvisábamos un “ta ta”, ese juego parecido a la escondida, pero un poco más rudo.
 
-¿Cuándo te tocó dejar el pueblo? ¿Cómo fue ese momento?
 
-Lo tengo en la memoria como si fuera hoy. Una noche ventosa de marzo, me despedí de la abuela Yolanda y caminé cuatro cuadras con el abuelo Emilio (que me ayudaba con los bolsos), hasta la casa del doctor del pueblo, Luis Galán. Él es el padre de un amigo con el que yo compartiría departamento en Buenos Aires y nos llevaría hasta Tejedor en su auto, para que tomáramos el ómnibus a la Capital (de Seré no salían ómnibus). Después de eso, recuerdo el viaje largo y la llegada a un lúgubre barrio de San Cristobal. A partir de ahí, todo fue estudio y espera a que llegara fin de mes para volver un fin de semana al pueblo. Muchas veces, viajaba en tren (ya muy deteriorado) que tardaba como 12 horas en hacer un viaje de 7 horas. Apenas pisaba Seré, la abuela ya estaba con el mate en la puerta esperándome para tener inolvidables charlas.
 
-Soles volver a Colonia Seré… ¿Cómo lo ves con el paso del tiempo?
 
-No vuelvo mucho a Seré desde hace diez años, porque mis padres hace ya mucho tiempo que viven en Carlos Tejedor y mis abuelos (que murieron en 2011 y 2015) también se habían mudado a esa ciudad unos años antes. He visitado el pueblo de pasada o para saludar a algunos primos y amigos que todavía viven ahí. Justamente, en noviembre del año pasado estuve un fin de semana, me junté con viejas amistades, reviví asados, trasnochadas en el Club Los Once, con cerveza o fernet de por medio y, por supuesto, miré los partidos de las inferiores de fútbol de Los Once. Disfruté comprobar cómo la gente me saluda con cariño y se alegra al menos (al menos los que lo demuestran, jajaja). Trae un poco de nostalgia recorrer esas calles (que, salvo por algún que otro cordón de cemento, siguen iguales) y pasar por la casa de mis abuelos donde me crié y ese patio donde tantas tardes pasé “pateando” una pelota contra la pared o leyendo ávidamente la revista El Gráfico y libros variados.
 
-Tuviste la posibilidad de viajar por trabajo y placer… ¿Con qué otra parte del mundo podrías comparar a Colonia Seré? ¿Por qué?
 
-Gracias a Dios, mi profesión me dio la posibilidad de viajar mucho. También lo he hecho por placer o combinando trabajo y placer. Es difícil comparar a Seré con otra parte del mundo, porque, para el que  nació en un pueblo, su pueblo es único. En mis viajes por el interior del país, por supuesto que encontré muchas similitudes en varios pueblos. Si tengo que elegir uno, diría Susques, en Jujuy, por lo apartado de todo, el tamaño y las calles de tierra (no menciono los pueblos de la provincia de Buenos Aires, porque todos son calcados, creados a la vera del tren y viviendo del comercio y el agro). En el mundo… esa es más difícil. A riesgo de que me tomen por loco voy a elegir Arles, en la Provence, sur de Francia. Ahí vivió un tiempo Van Gogh. Tuve la suerte de recorrerlo bien, pasar por cada lugar donde el gran artista pintó sus principales cuadros. Casas bajas, calles de tierra en su mayoría, el campo muy pegado a la parte urbana, bullicio en sus calles. Ahí, hasta me di el gusto de tirarme a la hora de la siesta en el verde de una plaza, como si lo hiciera en la plaza de Seré.
 
-¿Qué crees que se debería mejorar de la zona de Colonia seré? (Infraestructura, seguridad, transporte, etc)
 
-Hay algo clave que se debería haber mejorado desde que yo era chico y aún sigue sin hacer: la ruta 70, que uniría a Seré con América y Carlos Tejedor (y a partir de ahí con otros corredores viales). Es una deuda eternamente pendiente de los gobernantes de turno. Sin esa ruta, la única salida que tienen los habitantes de Seré es por un camino de tierra que, cuando llueve, se hace imposible de transitar (y en las inundaciones, que llegan seguido, directamente el pueblo queda aislado). Más allá de eso, también se podrían asfaltar todas las calles del pueblo (pese a la nostalgia que dan las calles de tierra, sería un progreso). Y creo que, como pasa en otras localidades, le vendría bien tener alguna industria cerca, para no depender tanto del agro y del comercio. No estoy tan presente como para saber en qué estado están algunas instalaciones, pero recuerdo que a mí me ayudó mucho cuando era chico tener la posibilidad de practicar deportes en el polideportivo, que tenía pileta, cancha de fútbol y de tenis.
 
-Has contado muchas historias y personajes de tu ciudad ¿Cuál crees que es el personaje o historia que mejor representa a Colonia Seré?
 
-El que para mí es el más grande personaje de Seré es Juan José Ceñal (Juancho, para todos), que representa un poco esa mezcla de fantasía y locura que encierra el lugar (algo así como el realismo mágico de Gabriel García Márquez, salvando las distancias). Juancho murió hace dos años, pero sigue siendo “el personaje” en la memoria de todos. Era el hombre más mentiroso que yo haya visto, pero sin maldad alguna. Mentía un poco también para pasar esos eternos días de Seré, donde parecía que el tiempo no pasaba nunca. Desde Prodes que había perdido por un punto, hasta millones que nunca tuvo, pasando por conquistas sexuales imposibles, muertes de vecinos que estaban más vivos que nadie o relatos inverosímiles contados con cara de póker. Su voz chillona, su trabajo de carpintero y su onda setentista completaban al personaje. Su mentira preferida era que había luchado en Malvinas. Como tenía la misma edad que los que sí lucharon ahí y además le faltaba una pierna, armaba un relato perfecto. Una vez fue un hombre a venderle rifas para colaborar con los ex combatientes y Juancho se puso a llorar y le dio un discurso tremendo, diciéndole que era una vergüenza que justo le fuera a ofrecer a él, que era uno de esos ex soldados. Increíble. De esas anécdotas, hay mil. Por supuesto que hice una elección atendiendo a la precisión de la pregunta y buscando englobar en una sola persona la fantasía y comicidad del pueblo, pero Seré en sí mismo es un pueblo lleno de personajes que aportaron para crear el pueblo, mejorarlo y evitar que, como tantos otros pueblos del país, desaparezca.
 
-Finalmente, ¿Qué significa para vos la posibilidad de hacer conocido en los medios a una población pequeña como la de Colonia Seré?
 
-Significa una satisfacción enorme. Es un poco lo que expresa la remanida frase de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Además, tengo la suerte de hacerlo por medio de las “armas” que forjé justamente en ese pueblo, que, de alguna manera, me dio la posibilidad de formarme con los recursos (pocos o muchos) que había en la época en la que yo tuve mi primera educación. Cada palabra de un vecino, cada momento en la escuela N° 2, cada picado de fútbol y cada libro que llegó a mis manos en esa época forman parte de lo que yo ahora vuelco en forma de descripción del pueblo y sus personajes. Por otra parte, es algo que ni soñaba en aquellos tiempos en los que “devoraba” libros con historias de otros lugares y otros personajes. De todos modos, creo que cada habitante de Seré tiene un “Seré propio” en su cabeza. Obviamente, hay vivencias comunes, cosas en las que nos sentimos identificados (sobre todo los de una misma generación), pero mi convicción es que ese pueblo es una construcción que cada “sereniano” (nunca nos pusimos muy de acuerdo en cómo sería el gentilicio) se forma en su interior. Por ejemplo, si bien chicos de 20 años se sienten identificados con lo que cuento y escribo, ven con extrañeza algunas anécdotas de un Seré de los 70 y 80, que es el pueblo que a mí me quedó para siempre, inalterable, en mi memoria.
 Carlos Manzoni: Yo nací en Colonia Seré