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Cómo enfrentan la crisis económica los estudiantes universitarios del interior en La Plata Imprimir
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Domingo, 07 de Octubre de 2018 11:01

Aseguran que todo les cuesta “más de doble” que hace un año y medio. Recortan gastos. Se privan hasta de Internet. Y quienes alquilan se mudan a departamentos más chicos y alejados del centro. Agruparse, la clave

 
“La clave es agruparse. Para alquilar, para comprar comida, incluso para para hacer algo que aporte un ingreso extra. Y juntarse a estudiar, porque la contención afectiva en momentos como este es fundamental. Quedarse solo es el paso previo a volverse”.
 
Palabra más, palabra menos, cuatro alumnas de distintas ciudades del interior y de diferentes carreras, y una de la periferia de Ensenada, esbozaron así la “receta” para permanecer en la Universidad en medio de la crisis.
 
Una crisis que pega. Y lo notan. “Después de las vacaciones de invierno hubo una merma de chicos y chicas en las facultades. Y no tuvo que ver con la deserción normal. Fue más evidente que otros años”, describieron.
 
“Hoy, quienes se enfrentan al dilema ‘trabajar o estudiar’ y no tienen contención, quedan sin opción”, afirmaron Agustina Claveri (20), alumna del profesorado de Teatro y Artes Plásticas y oriunda de Saladillo; Evelyn Medina (22), futura psicóloga que llegó a la Ciudad desde Tandil, y Daiana Gomez Ferrel (19), vecina de El Dique, Ensenada, y estudiante de Trabajo Social.
 
Agustina tiene una beca y vive en la casa del Centro de Estudiantes Universitarios de Saladillo. Evelyn también fue becada e integra la comunidad del albergue de la UNLP. Daiana es vecina de la Región, pero sus padres deben hacer un gran esfuerzo: “Él es enfermero, ella empleada doméstica y somos cuatro hermanos”.
 
Pregunta. Si no viviesen en la casa de Saladillo, en el albergue o a un paso de La Plata, ¿podrían estudiar en la Universidad? La respuesta fue tajante: “No”.
 
“Es que los gastos se duplicaron. Y en muy poco tiempo”, apuntó Brenda Castro (24), alumna de Periodismo de 9 de Julio, quien alquila un departamento “barato”, pero igualmente tuvo que resignar Internet (nada menos, en estos tiempos).
 
“¿El doble? No, más”, acotó Mercedes Dubrovsky (19), alumna de Sociología oriunda de Bariloche. Daiana coincidió con la joven del sur. Pusieron números sobre la mesa, sacaron cuentas, y acordaron: “Sí, todo cuesta más del doble que hace dos años”.
 
En promedio, calcularon un alquiler de 7.000 pesos. ¿Comida para todo el mes? Entre 3.000 y 4.000 pesos. Y los servicios, otros 3.000 pesos. “Eso incluyendo Internet, algo que muchos ya resignaron”, aseveraron.
 
La suma arroja entre 13 y 14 mil pesos. Con dos aclaraciones. Primero, ese total cubre lo mínimo indispensable. Hay que sumarle los gastos en apuntes o materiales de estudio (según la carrera), transporte para quienes no acceden al boleto educativo, salud, algo de ropa y esparcimiento. “Bueno, eso ya quedó entre los lujos. Solemos juntarnos entre amigos o buscamos salidas gratuitas”, resaltaron. Y segundo, es una suma que contempla ayuda de los padres. “Sin apoyo económico familiar, hay que hablar de 20 mil pesos por mes”, consensuaron.
 
SOLIDARIDAD
 
Agustina accedió a la beca de la Municipalidad de Saladillo luego de acreditar el ingreso familiar -“el requisito principal”, contó- y de varias entrevistas con asistentes sociales. “Cada seis meses tengo que renovarla demostrando que sigo siendo alumna regular y rindiendo dos materias”, explicó, para destacar que “los cupos son limitados y la demanda es cada vez mayor. Actualmente somos 90 chicas y chicos”.
 
Paga $400 por mes ($200 de cuota y $200 por un bono contribución), más la luz, el gas y el agua que “se duplicaron y, encima, de un día para el otro”.
 
La estudiante de Bellas Artes destacó que sintió y mucho la pérdida del Plan Progresar desde que fue acotado a quienes siguen carreras consideradas “prioritarias”. “Mi mamá me puede mandar mil pesos por semana. El año pasado me alcanzaba bien. Ahora tuve que restringirme por todos lados. Lo que muchas veces nos salva es la solidaridad entre compañeras. Como ya se formó un grupo, nunca se va a dejar a alquien a pie si tiene problemas”, enfatizó, y trajo a colación otro punto vital: el transporte: “A mí, y no soy la única, me quitaron el boleto educativo sin explicación”.
 
Brenda resaltó que “ese es todo un tema. Si bien por un lado logramos que aumentaran la carga de 300 a 500 pesos, le dieron de baja a muchos chicos y chicas, otros tienen problemas para acceder al beneficio y otros reciben cargas parciales. Algo funciona mal y nadie nos recibe desde que el boleto pasó a la órbita del área de Transporte”.
 
Volviendo al Progresar reformado, Agustina dio un ejemplo de lo importante que es tenerlo. O no, como ahora en su caso. “Una compañera de la casa (de Saladillo) estudia Odontología, y lo conservó porque está entre las consideradas carreras prioritarias. Menos mal, porque el otro día tuvo que hacer un trabajo para la facultad que le costó dos mil pesos. Una fortuna”.
 
Daiana también lo mantuvo por estudiar Trabajo Social. Pero contó que “el año pasado, cuando era de 750 pesos, me sobraba. Ahora es de 1.200 pesos y me alcanza para el material de estudio y ya. Yo volvía en remís por seguridad. Salgo de la facultad de noche y el micro me deja a más de cinco cuadras de mi casa en El Dique. Pero ahora las tengo que hacer caminando. No queda otra”.
 
La joven ensenadense aportó su mirada desde la Región. Aseguró que “muchos se volvieron a sus pueblos” e insistió en el camino de “agruparse, unirse, apoyarse. Nos tenemos que contener entre nosotros. Y estamos trabajando en ello”.
 
Reconoció, durante la amena charla del viernes a la mañana en el diario, que “volver a casa y tener la comida hecha y la ropa lavada es un lujo”. Las chicas del interior sonrieron y asintieron con la cabeza.
 
Pero Daiana destacó el enorme esfuerzo familiar. “Mis padres son peruanos. Mi papá es enfermero, mi mamá empleada doméstica, y somos cuatro hermanos, aunque uno esté en Perú. Por suerte, por la ley que salió, mi mamá pasó a estar en blanco y ahora tiene obra social. Eso suma y mucho. No obstante, antes comprábamos ropa, salíamos en familia, mis padres podían viajar para visitar a los suyos... Ya no. Lo que sucede es que ellos no se lo piensan, porque consideran que el estudio está por sobre todo”, puntualizó.
 
“Ni hablar”, casi exclamó Evelyn cuando Daiana mencionó la importancia de la obra social, y contó que una compañera “tuvo que ir hace poco al oftalmólogo, pagó 800 pesos por la consulta y los anteojos le salen entre 2 mil y 3 mil pesos”.
 
La estudiante de Psicología que vive en el albergue universitario dio otra pauta de la deserción por crisis económica. “Es común que con el tiempo algunos se quieran independizar, si es que consiguen trabajo. Pero ahora hubo casos de chicos que se fueron a compartir un departamento y al tiempo se quedaron solos, por lo que tuvieron que volverse”, indicó.
 
La tandilense Evelyn, como la futura periodista Brenda, tiene un trabajo de medio día. Algo que se extiende cada vez más.
 
ERA DIGITAL, SIN INTERNET
 
Brenda comentó que alquila un departamento de dos dormitorios “barato” para lo que se paga hoy en día (ver gráfico). “Es de 6.700 pesos y las expensas de 650 pesos; salían 300 el año pasado. El tema es que antes compartía gastos con una compañera y este año vino a estudiar mi hermana. Si bien mi mamá sigue pagando el alquiler, hubo que achicar. Yo prescindí de Internet, por ejemplo. ¿Cómo hago? Paso más tiempo en la facultad”.
 
Mercedes Dubrovsky, después de deletrear su apellido y contar que vino a La Plata desde Bariloche a estudiar Sociología en Humanidades, puso un ejemplo contundente: “Hubo 220 ingresantes a la carrera, y en las materias del segundo cuatrimestre se anotaron 80. Y jamás van a clases todos los que se apuntan para cursar”, aclaró. “De los 1.700 que iniciaron el profesorado en Educación Física, muchos que venían del Conurbano, sobre todo del Conurbano sur, ya dejaron porque empezaron a trabajar”, añadió la joven que “por una pieza para tres de una pensión” paga 3 mil pesos por mes. A eso debe sumarle luz y gas: del año pasado a éste la suma de ambos servicios pasó de $250 a $750. “El agua e Internet lo paga el dueño. La verdad es que es una persona muy comprensiva, pues todas somos del interior o de otros países. Conozco gente de varias pensiones y en todas hubo chicos y chicas que regresaron a sus ciudades”, sostuvo.
 
RENDIRSE, JAMÁS
 
Algunas chicas pudieron acceder a la beca de fotocopias. Son 150 hojas por mes. Otras utilizan el servicio de comedor, que “representa una ayuda enorme”, dijeron.
 
“El tema es que la demanda sobre las becas es cada vez mayor y el dinero del que se dispone es el mismo. Los centros de estudiantes en algunos casos están sobrepasados, ya que cada vez más alumnos y alumnas se acercan a averiguar por los distintos tipos de ayuda”, comentaron.
 
Por caso, desde la conducción de la federación estudiantil indicaron que al comedor universitario ya concurre aproximadamente el 20% de los estudiantes regulares.
 
Por su edad, las jóvenes no vivieron otra crisis de este tipo, aunque resaltaron que “por nuestros padres, así como por los profesores, sabemos lo que ocurrió en 2001. Y creemos que ahora es distinto en el sentido de que existe más conciencia para contrarrestar los efectos”, opinó Brenda.
 
“Hay que agruparse. Para alquilar, para comprar comida, incluso para encarar un micro emprendimiento que genere un ingreso extra, como cocinar para vender”, ejemplificó.
 
Daiana dijo que esa “estrategia” se va poniendo en práctica de a poco. “Salimos en grupo, gastamos en grupo, y es muy importante estudiar en grupo, porque allí se establecen lazos muy fuertes. Y en una crisis como la que estamos pasando y viendo lo que se puede venir, la contención afectiva es fundamental”, remarcó.
 
Se les hace muy cuesta arriba. A ellas y a sus docentes, dicen. Ven que hay compañeros que se vuelven a sus pueblos o que se lo están pensando y se angustian. Pero hay algo que dejaron bien claro: nunca van a bajar los brazos.
 
 
 
Cómo enfrentan la crisis económica los estudiantes universitarios del interior en La Plata